sábado, 28 de marzo de 2009

Que quede claro: cuando hablo de relaciones obsesivas no lo hago metafóricamente; estoy siendo más literal que nunca. Cuando digo que hubiera muerto por Alejandro, tampoco lo tomen como una metáfora. Sé que es difícil descifrar cuándo escribo en serio y cuándo no, pero hagan el intento. No iba a aguantar mucho tiempo más. No estar con Alejandro significaba la muerte espontánea de la persona inteligente que yo creía ser por primera vez. Me había hecho sentir adulta, elocuente y propensa a ganar todas las batallas. Era la muerte de mi heroína. Mi heroína carbonizada. Estaba demasiado deprimida como para quedarme estancada. A fines del año 2000 me fui a Europa y me olvidé de que el dolor se traslada con el viajante. No porque me fuera a otro universo iba a dejar de sentir aquel dolor punzante, no. Era eterno y me acompañaba, aún en Inglaterra, en Francia o en Italia. Viajaban conmigo el dolor y la estúpida idea de que hasta las gárgolas estaban en mi contra ya que todo me hacía acordar a él. Una vez me pareció verlo detrás de una librería donde hurgaba en busca de un libro para ahogar mi pena. Pocas horas después recibí un email suyo diciéndome que estaba en Europa. Si no era él, era su gemelo europeo y si no era su gemelo europeo, por favor, intérnenme.

NEW HOTEL ROBLIN6, rue Chauveau-Lagarde
75008
PARIS

Alejandro,
París es un bombardeo de twingos y castillos. Ambos me tienen cansada. Uno me trae recuerdos, el otro me hace soñar. En este momento estoy en mi cama del hotel, tapada hasta los codos, escuchando el resumen de Sydney 2000 que puso mi primo que duerme en la cama contigua. Francia no parece demasiado integrada a la era de Internet; por las calles no he visto ni un solo cyber café ni nada que se le asemeje. Todo muy lindo, pero demasiado antiguo para mi gusto. Me encantó Londres: la gente es alocada y se viste raro (allí me siento cómoda). En París tenés que vestirte con polleras largas hasta las rodillas y muy sobriamente, si no no tenés estilo. Imaginate lo desubicada que me siento acá. Te extraño demasiado como para subir a la torre Eiffel. Tengo más ganas de subirme al tren metropolitano que va a Avellaneda, por raro que suene. No puedo disfrutar de nada acá… lo único que hago es buscar computadoras disponibles para poder escribirte, o con suerte, encontrarte online. Quiero volver a mi casa, quiero estar con vos.
Odio Europa.

Te amo.

Cielo

No hay comentarios:

Publicar un comentario