Todo en mí me daba signos de inestabilidad, de odio supremo hacia mí misma. Aunque estaba en paz, necesitaba algo de acción. Y no quiero decir que busque los problemas, es algo que yace más allá del límite entre lo moral e inmoral, lo bueno o destructivo para uno. Va más allá de un límite, de cualquiera de ellos. Cuando no estaba con Alejandro me sentía en paz, pero en todo caso las plantas también son pacíficas y libres ¿verdad? Era más bien un vegetal sincronizado con un horario universitario, que reía más de lo que se le pedía solo por no preocupar a terceros. Era una maldita planta, un mentiroso y sucio vegetal. No me alcanzó con haber tenido que mentir toda mi temprana adolescencia con Alejandro y nuestros encuentros, sino que parecía hasta a propósito que tuviese que seguir con esas conductas de preescolar. Claro, él me había enseñado a mentir como si fuese un arte: me instruyó entusiasta y delicadamente. Casi sin saberlo, era una perfecta mentirosa. Una maldita mitómana.
14 de octubre de 2003
Créase o no y en contra de todas las posibilidades, me estoy por encontrar con Alejandro. ¡No puedo creer lo nerviosa que estoy! Pienso que este va a ser un encuentro desertado porque va a ser un café, unos pocos minutos y no creo que más. Me siento fea e hinchada a pesar de que hace varios días que no como nada (corrección: ayer comí una papa frita). No sé cuáles serán sus expectativas conmigo hoy, pero las mías son nulas. A su casa no voy a ir, porque vive con Romina y Ulises, pero al menos quiero verlo unos minutos antes de morirme, porque me estoy dejando morir. No por dejar de comer, sino porque mi alma es nula: se me fue. Estoy cansada y débil. Por primera vez no tengo ganas de hacer el amor con él (a menos que antes tome un jugo de naranjas o un café). Mi vida es una balada para un ciego: porque hay que estar ciego para no darse cuenta de que me estoy haciendo muy mal: estoy a punto de cometer un crimen en contra de mi alma. Estoy loca porque me autodestruyo, el instinto de conservación lo perdí hace años. Quiero morirme y verlo a Alejandro es la manera más dolorosa de desaparecer. Me duele todo y estoy débil pero quiero verlo aunque sea por última vez. Alejandro ya no ocupa ese lugar exasperante que ocupaba antes, aunque tal vez después de este encuentro vuelva a dormir su fantasma entre mis sábanas. Por lo pronto, me propongo hoy desterrarlo de mi vida por lo menos hasta que me mude y viva sola y sea libre de ingerir la dosis de cianuro que crea necesaria. Incluso puedo hacerlo pasar como un accidente y que nadie sufra pensando en que me quité la vida desgarrada por mi desgracia. Nada de dejar cartas delegando culpas. Me muero yo y todos los demás deben continuar con sus privilegiadas vidas .
sábado, 28 de marzo de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario