Una casa no es un hogar
Cuando sos anoréxica, bulímica y te rehusas a buscar ayuda porque crees que te las sabés todas, empezá a buscar una lápida que te guste porque estás cerca de la muerte. La situación empeoraba cada día más: Alejandro me presionaba para que les cuente a mis viejos, mientras que mis amigas ya los habían dado por enterados y yo no siquiera podía confiar en nadie. No podía contarles mi malestar a mis amigas porque automáticamente habían dejado de serlo; tampoco podía hablar con mis viejos, tenía mucho miedo de que me internasen. Lo único que me quedaba por hacer era hablar con Alejandro, aunque supiese que tarde o temprano iba a cansarse de lidiar con mi estilo de vida y mi obsesión congénita a su persona. Tenía que elegir: ser perfecta o estar con Alejandro y tener amigas y una familia que me amaba. Elegí ser perfecta, o intentar serlo al menos.
15 de diciembre de 2003
Lagrima dice: No soporto más esto, me quiero ir de esta casa, no puedo estudiar. Los odio a todos. Vos no sabés lo que es esta casa, no sabés. Me parece que me voy a vivir con mi abuela.
Hogweed dice: Intentá relajarte un poco. No seas extremista, porque sin duda hay muchísimas peores. Tenés todas las comodidades posibles, solo tenés que mejorar o manejar la relación y punto. No tomes en cuenta solo lo "malo" que tus viejos te hacen, porque estarías siendo muy injusta. Tu vida depende hoy por hoy de ellos, te guste o no.
Lagrima dice: No es que están mal conmigo, ellos están mal entre ellos y descargan conmigo y no lo puedo soportar más. Hay mala onda por todos lados, en cada rincón de la casa, soy muy receptiva con esas cosas. Si puedo evitar impregnarme de eso, lo evito. Y estando acá no hay más remedio que contagiarme el stress familiar.
Hogweed dice: Bueno, a mí no me parece que sea tan terrible y deberías empezar a acostumbrarte a estar en climas hostiles, no pienses que te van a tratar bien en todos lados
Lagrima dice: Flaco, vos podés estar en climas hostiles pero ¿vivir permanentemente inmersa en esto? No, me niego. No quiero, no puedo soportarlo, soy débil.
Hogweed dice: No sos débil, estás débil.
Lagrima dice: En serio, esta mala onda me está tirando abajo. Me quiero ir a Mar del Plata hasta marzo.
Hogweed dice: ¿Así allá no comés?
Lagrima dice: Así no me joden. Ni siquiera puedo rajar a capital ahora que está todo mal con mis compañeras.
Hogweed dice: ¿Con todas está todo mal? ¿Por el tema de que hablaron con tus viejos?
Lagrima dice: Dejé de hablar con ellas, ya no puedo confiarles nada, por obvias razones. No me interesa seguir estando con ellas. No las puedo querer sabiendo que me traicionaron y por lo tanto seguir con ellas sería usarlas. Ni siquiera ganas de usarlas tengo. Antes todo era perfecto, no sé qué pasó acá en casa. Me hace sentir horrible.
***Mi error fue ese: creer que las cosas eran perfectas. Siempre tuve por seguro que mi familia era la familia perfecta, que mis padres eran los mejores, los más dedicados; que mis hermanos y yo éramos perfectos. Nada más lejos de la realidad, pero tenía que aparecer Ana para que nos diésemos cuenta. No quiero decir que yo fui la causa del desequilibrio que sufrió mi casa, mi familia, sino que gracias a lo que me sucedió se destaparon varias mentiras y cayeron paredes que en realidad eran cartones.Al mismo tiempo que estaba faltando considerablemente a las clases en la universidad y que no me hablaba con mis padres, empecé a vivir a través de Internet. No existía el teléfono para mí, todo era “cyber” (no es difícil entender por qué estoy escribiendo un libro y no contándoselo a la gente directamente). Las personas con las que me relacionaban eran Tomás (el chico con quien me topé de casualidad cuando lo fui a buscar a la facultad a Alejandro) y las chicas de mis grupos pro-anorexia.Empecé a salir con Tomy regularmente: íbamos a jugar al pool, al teatro, a tomar algo; todo siempre como amigos. Aún así, no contaba todavía con plena confianza así que no le conté acerca de Ana, siempre me limité a decir que era una infeliz sin remedio. Una de las noches que salimos, me llevó en su auto a Martinez, a un bar cerca del río. Después de tomar una gaseosa light y charlar unas cuantas horas, me decidí a contarle la verdad (no era muy creíble que era una mujer triste simplemente porque me iba mal en la facultad). Creía que Tomy necesitaba saber la verdad, así que cuando salimos del barcito nos sentamos al lado del río. Tenía muchísimo frío aunque era diciembre, pero estar con Ana al lado del río no era una combinación muy adecuada para mí: una mujer con huesos de pasta dentífrica.
“Te tengo que contar algo, Toto”- le dije. Supongo que él pensó que le iba a decir cualquier otra cosa excepto lo que escuchó aquella noche. “Vomito después de comer… bueno, en realidad trato de no comer. Después de esta confesión espero dos cosas: que no me dejes de querer y que no sientas lástima por mí”. Me abrazó y me dijo que su ex novia también había sido bulímica y yo confirmé mis sospechas: no éramos amigos porque nos habíamos caído bien, creo fervientemente que las personas son atraídas por percepciones y de alguna manera Tomy sabía que en algo me parecía a su ex novia. Éramos malditas bulímicas, muy romántico.Me llevó hasta nueve de julio e Independencia donde había dejado mi auto (sí, soy masoquista) y me dijo: “¿Cie, podés llevar a una amiga mía que está en Capital y vive en tu misma ciudad?”. Le respondí que sí, así que la esperamos en la estación de servicio mientras tomábamos otra gaseosa. Entonces llegó ella: rubia despampanante, con un cuerpo escultural y voz entre ronca y disfónica: Chechu. Hablamos diez minutos juntos en la misma mesa y me dijo: “¡Gracias Sky por llevarme!”. Saludamos a Tomy y emprendimos camino hacia nuestras casas.Chechu vivía en un barrio cerrado cerca de mi casa y no me causaba ningún trastorno llevarla… y pronto aquello que podría haber sido una carga se convirtió en el viaje más divertido de la historia. Era una mujer increíble, tenía algunos años más que yo pero era divertida y nos entendimos perfectamente desde el primer momento. Los que siempre eran tediosos cuarenta y cinco minutos de viaje, se volvieron mágicos y apasionantes mientras Chechu me contaba acerca de sus desamores: ¡te entiendo, Chechu! ¡Te entiendo! Llegamos a su barrio privado y me dijo: “no te vayas ya ¿no querés que nos quedemos dando unas vueltas con el auto?”. Dije que sí, aunque ya eran las cinco de la mañana. Nos reímos, bailamos en la caja de mi camioneta y nos pasamos nuestros respectivos emails.La segunda vez que la vi a Chechu, me estaba esperando con Tomy en un auto para irnos a Mar del Plata. ¡Una locura! Las cosas imprevisibles son las que mejor terminan. Le pregunté a Alejandro si le molestaba que me fuera a la ciudad del mar plateado con un amigo y su amiga y me dijo que no tenía problemas (claro, no le importaba absolutamente nada lo que hacía o dejaba de hacer). Les expliqué rápidamente a mis padres quiénes eran Chechu y Tomy; los saludé cariñosamente y entré en el auto de mi amigo.¡Nos vamos a Mardel, Sky!- dijo Chechu entusiasmada. Yo estaba con seguridad más contenta que nadie de hacer ese viaje: por fin iba a despejarme. Sin amigas, sin Alejandro, sin padres, sin comida. ¡Iba a ser el viaje perfecto! Tener a Chechu al lado era un recordatorio permanente de lo que quería ser: rubia, cuarenta y cinco kilogramos, unos diez centímetros más baja que yo, busto enorme, cuerpo perfecto. No iba a comer, pero como premisa primera: iba a divertirme.Fueron cuatro días divertidísimos donde Chechu y yo nos hicimos pasar por prostitutas brasileras de la mano de Tomy. Él le decía a la gente que nos miraba: “son brasileras, no entienden lo que hablamos… ahora nos vamos a dormir los tres juntitos ¿no chicas?” y nosotras en un castellano precario respondíamos: “Sí, sí” entre risas.El drama llegó la última noche: Tomy quería irse a la mañana y yo a la tarde. Chechu se había puesto de novia con Santi, un jugador de fútbol que la esperaba en Pinamar, así que Tomy y yo volvíamos juntos a Capital. Ningún viaje es perfecto y menos si Alejandro estaba en el medio. “¿Qué día volves de Mardel?” me preguntó Alejandro. Le respondí que el domingo y me dijo: “bueno, a tu ciudad volvés el lunes ¿qué te parece?”. Me propuso quedarme en su casa aquella noche y Tomy no estaba de acuerdo. Peleamos en el medio de un boliche la noche antes de irnos. Me tomé un taxi hasta el departamento (de Tomy) y le dije que iba a ir a la terminar a buscar un pasaje a Capital porque “si sos tan egoísta como para no hacerme caso y querer volverte solo, bueno, hacelo. Pero yo me voy en micro”.Finalmente Tomy fue víctima de mi manipulación y me dijo: “Cie, volvemos a la hora que vos quieras”. Feliz, llamé a Alejandro y le dije que me esperara en la esquina de siempre a las diez de la noche del domingo. El viaje con Toto fue muy divertido, escuchamos la música que nos gustaba y nos reímos mucho. “No me gusta que te encuentres con este tipo que te hace mal, boluda. Pero bueno, por lo menos prometeme que vas a comer algo”. Le prometí que cuando llegase a Monte Grande iba a comer algo. Mentí.Llegué a lo de Alejandro, llamé a mis padres y les dije que iba a quedarme una noche más en Mar del Plata con Tomy y Chechu y les pareció bien. Disfruté aquella noche con Alejandro pero me ahorcaba el miedo: tengo que volver a casa, no quiero volver a casa. No es que no quisiera a mis padres: pero me estaban volviendo loca. Me hacían comer, me trataban mal, me culpaban de estupideces y se vivía un clima demasiado tenso. Mi estabilidad mental era precaria y no soportaba grandes desafíos, así que hubiera preferido no volver jamás a aquella casa que no era un hogar.Lamentablemente tuve que volver a mi ciudad, a la casa de mis viejos, a los calambres en piernas y manos y a mecomoami y a mi obsesión mayor: comida y Alejandro. O mejor: la falta de ellos. No quería ser una carga para él, no necesitaba otra persona en mi contra y sin embargo no podía evitar hacer comentarios tendenciosos acerca de lo mal que me sentía o lo bien que me veía. Pronto caí en cama, con mucha fiebre, descompensaciones de todo tipo y dolores que parecían no abandonarme jamás. Mis padres resolvieron que lo mejor era que me inspeccionara un médico.Me llevaron a un pediatra amigo de mi papá que me tomó el pulso y me dijo: “Cielo, te veo muy desmejorada. Tu peso no es normal, aunque los estudios de sangre dan bien”. Me hizo abrir la boca e inspeccionó mi garganta con auténtica minuciosidad. Luego les dijo a mis padres que se retiraran y me acosó a preguntas: “Cielo, estás vomitando. Me doy cuenta por tu paladar, por tu garganta. Tu viejo no está bien, yo te diría que reviertas la situación porque a esto le sigue otro infarto o una posible internación tuya. Tus viejos te quieren mucho, hacelo por ellos”. Muy bien, estaba cansada de hacer las cosas por los demás. ¡Nadie se preocupaba por mí, lo importante era que mis viejos estuvieran tranquilos en su castillito de cristal! Genial, iba a hacer lo que el médico me pidió: iba a dejar de vomitar, pero también iba a dejar de comer por completo.
“Hagamos un trato- me dijo el médico- yo les digo a tus papás que vos estás bien y estable pero vos me prometes que no vas a vomitar más y que te vas a portar bien y vas a comer”. Yo redoblé la apuesta: “Además de decirles que estoy bien les vas a sugerir que me alquilen un departamento en capital para que yo pueda vivir más relajada… yo prometo que voy a comer”. Así que el médico hizo su parte y fue el único que cumplió. No iba a ceder ante extorsiones de ningún tipo. Había una sola persona en el mundo que podía controlarme y convencerme y no era ese médico amigo de mi viejo.Necesitaba aliados así que volví a hablar con las chicas de la universidad, no podía estar sola. Estaba muy enojada con Dolores porque pensaba que ella había tenido la idea de advertir a mis padres, pero estaba completamente equivocada. De todas maneras, a Pilar la quería tanto que no podía siquiera pensar en que ella me hubiera traicionado. Seguí visitando a Pilar y yendo a su casa como si fuera la mía.Las cosas estaban yendo bien hasta que una tarde de diciembre se me ocurrió llamar por teléfono a Alejandro:
-Hola
- Hola flaco, ¿Dónde estás?
- Adiviná…
- No sé… ¿Dónde? ¿Quiénes están ahí con vos?
- Me estoy yendo a Mar del Plata con una chica de pelo cortito.
No, no me hagas esas bromas. Por favor, no. No era una broma. Se estaba yendo a Mar del Plata con una mujer de pelo corto que supuse se llamaba Romina. Muy bien, la parejita feliz se estaba yendo de viaje con su hijito perfecto y yo vomitando soledades y lechugas, sufriendo calambres y reemplazos. No era justo, no. Quería desaparecer.
-¿Y cuándo volvés?
- Me voy por el fin de semana, supongo.
- Bueno…
- Bueno, te dejo porque Ulises quiere bajar a hacer pis
- Bueno…- ¡Chau!
“Bueno”. Era todo lo que tenía para decir: bueno. No era bueno, no era positivo de ninguna manera. Me había quedado petrificada: ¿qué es Alejandro en mi vida? –pensaba- ¿Qué lugar ocupo en su vida? Ningún lugar importante, con seguridad. Me sentí estúpida, usada, maleable como arenilla vencida. Una estúpida. Porque para viajar prefería a Romina y a su hijo… ¿para qué me quería a mí entonces? Aquel fin de semana vomité cósmicamente, como nunca lo había hecho. Me despertaba a horas inusuales a abrir la heladera e ingerir cualquier cosa: no distinguía entre lo dulce o lo salado, lo frío o lo caliente.Todo me daba lo mismo, necesitaba llenar con comida el hueco que sentía adentro. Así, mientras esperaba que se hicieran las tostadas comía un chocolate amargo, mientras les ponía manteca a los panes, tomaba café y gaseosa light; todo me daba lo mismo, necesitaba comer, necesitaba tener cosas en la boca y masticar y sentir el gusto de la comida de nuevo y masticarla a Romina, despedazarlo a Alejandro y tragarme a Ulises. Minutos después me encontré en el inodoro vomitando todo lo que había consumido. Me daba cuenta de que ya no quedaba nada adentro mío cuando salían hilos de sangre en lugar de comida y un gusto ácido me llenaba el cuerpo de soledad otra vez.
Todo sobre Ana
Para cuando empezó abril mi vida ya era un despropósito. Haberme mudado, los nervios en la universidad y las visitas a la casa de mis padres me habían hecho engordar. Pesaba cincuenta y un kilos y aunque estaba raquítica yo no podía dejar de verme obesa. Así que me dediqué full time a la facultad y a no comer. Empecé a hacer ayunos caprichosos de cinco días a la semana. Pronto mi vida familiar se había regularizado. De lunes a viernes no comía nada, con excepción de los miércoles cuando venían mis hermanos y mis padres a cenar a mi departamento. Más tarde vomitaba, más porque ya no toleraba comida en mi estómago que porque quisiera. Los jueves también eran de ayuno total y los viernes a la noche cenaba en casa con mis padres. Los sábados solamente almorzaba y vomitaba y los domingos almorzaba en la casa de mi abuela como siempre desde que tengo noción de vida.Así que hacía cuatro comidas en siete días: dos cenas y dos almuerzos. No puedo explicar lo que no-comer produce en el cerebro. Creo que todavía no estoy abstraída totalmente como para contarlo así, con aires desentendidos, pero al menos voy a intentarlo. No comer genera desgano, genera enemistades inexistentes, hace que quienes te aman muten en enemigos mortales. Hace que quieras huir de tu casa, de tu cuerpo, de tu cabeza: todo te agota, te hace sentir un cadáver odioso al que todos temen acercarse. Muchos porque no saben qué esperar de vos y otros tantos porque tienen miedo de que te mueras si te hablan. Yo me estaba muriendo aunque la gente no se me acercaba. No comer, además, vuelve el alimento un enemigo íntimo: “lo que me alimenta me destruye” solía decir. Es una frase conocida dentro del ambiente pro-anorexia “Quod me nutrit me destruit”. Aquella cita podía ser aplicada en muchos sentidos y de diferentes maneras en mi vida. En mi caso dos cosas importantísimas me alimentaban y destruían a la vez. Una, la comida. La segunda era Hogweed. La comida que ayudaba a mi desarrollo físico y mental también destruía mis ganas de vivir; Alejandro alimentaba mis ganas de estar viva y a la vez me destrozaba. Contradicciones, mi vida fue siempre una absurda contradicción donde lo que hoy es mañana quizás no lo es tanto, donde lo que hoy me hace vivir en tiempos futuros puede aniquilarme. Siempre tuve miedo a escondidas. Miedo de mí, de por fin terminar comiéndome.Cuando llegué a casa no me sentí en paz: no sabía qué hacer. Sentía en aquella época que no pertenecía a ningún lugar. Que era una desterrada, una ignota a quien le daba lo mismo vivir o morir. Y la situación se complicaba porque de a poco me interesaba un poco más en encontrar en cualquier esquina la muerte. De todas maneras no perdía el tiempo y seguía queriendo que lo poco que me quedaba de vida fuera agradable así que decidí darme algunos lujos: no iba a focalizar mis pocas energías en aprobar materias en la facultad; iba a encargarme de hacer el mejor documental de la historia de aquella universidad. En la materia “producción audiovisual” nos habían dividido en grupos de seis personas y cada una tenía que llevar la clase siguiente un esquema de cómo sería el documental. Después de leer todas las ideas, los miembros del grupo junto con los profesores decidirían cuál se llevaría a cabo.Mi idea no podía ser otra: los sitios pro-anorexia ¿combatirlos o apoyarlos? Básicamente mi documental ponía en duda la irracionalidad de los sitios pro-desordenes alimenticios. No era un documental “a favor de” ni “en contra de”, era auténticamente objetivo pese a mis claras preferencias. Mi grupo en el documental eran mis amigas: Dolores, María, Pilar y demás. Todas habían llevado sus ideas pero convenimos en que la mía era la más viable o la más fácil de llevar a cabo porque ya tenía(mos) muchísima información. Mis profesores quedaron alucinados con la idea, me felicitaron y nos incitaron a empezar en seguida. La universidad nos prestaba cámaras profesionales, micrófonos, luces, todo lo que necesitáramos para hacer entrevistas y filmar lo que se nos ocurriese. Yo tenía contactos anoréxicos en todas partes del mundo ya que me escribía y hablaba por teléfono con adolescentes y mujeres de Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda, España y otros tantos países; así que las entrevistas iban a ser grabadas por teléfono y hasta algunas de mis amigas se habían ofrecido a enviarme vía correo electrónico videos dando su testimonio. Iba a ser un documental de primera clase. Decidí que se llamaría “Todo sobre Ana”.Mis amigas no estaban demasiado convencidas de hacer mi idea porque pensaban que me podía afectar. Yo necesitaba hacerlo, aunque estaba en pleno proceso anoréxico, Todo sobre Ana significaba para mí una excusa para quedarme en este mundo, una meta a largo plazo. Tendría que quedarme viva si quería ver el documental alguna vez proyectado. TSA me llenaba de vida y de ganas de hacer cosas, de moverme, de contactarme con gente, de dar lo mejor de mí y de demostrarme que no estaba tan muerta como creía.Pronto aquel documental consumía mi vida: no hacía otra cosa más que pensar en detalles, en entrevistas, en personas relacionadas, en dar mi propio testimonio, en colorearlo, hacerlo bello, parirlo. Era mío, lo iba a engendrar y no iba a tolerar malos tratos o comentarios desdeñosos. Pronto me obsesioné y no quería que nadie dijera nada acerca de TSA, era mi bebé, quería hacerlo yo sola, que las ideas fueran solo mías, que sea perfecto, que sea un reflejo de lo que yo quería ser. Escribí un pre-guión y lo entregué. Mis profesores estaban encantados con mi trabajo y eso me incentivaba aún más. Mientras el documental nacía mi vida se derrumbaba. Aquel departamento de la calle Guayaquil me traía recuerdos espantosos: no quería dormir sola, soñaba con estar con Alejandro todos los días. Muchos de ellos la llamaba a Pilar y pasaba por su casa, charlaba con su madre y sus hermanos, me sentía en familia. Extrañaba a mis padres y a la vez estaba agradecida de tenerlos tan lejos: mi decadencia se estaba haciendo notar y no era broma, pronto desaparecería.Cada tanto Alejandro venía a visitarme y salíamos a comer a Magno, un restaurante a pocas cuadras de Guayaquil. Ñoquis con crema rosa, siempre que voy a Magno pido lo mismo. Después de comer volvíamos a mi departamento y se quedaba a dormir conmigo. A la mañana siguiente, nos levantábamos temprano y él se iba a trabajar y yo a la facultad en el mejor de los casos, porque muchas veces estaba tan débil que ni siquiera podía levantarme de la cama. La segunda noche que se quedó a dormir en mi departamento se encontró con dos de mis regalos: una copia de las llaves para que entrase cuando quisiese y un cepillo de dientes con su nombre en violeta. Nunca usó esas llaves, siempre tuve que bajar los siete pisos para abrirle. Para él aquellas llaves no significaban absolutamente nada mientras que para mí lo eran todo: tenés las llaves para entrar y salir, para hacer y deshacer como gustes. Esta tierra también es tuya, visitame, usala, compartila, hacela tuya. Y el cepillo de dientes no fue usado demasiadas veces tampoco: este significaba “esta es tu casa, donde están tus cosas, donde no tenes que sentirte un extraño”. Pero Alejandro en Guayaquil siempre fue un huesped. Mientras tanto los mareos eran cada vez más usuales. Me levantaba de cualquier lado y veía todo negro: el mundo colapsaba; por diez segundos me invadía una ceguera impenetrable y mi cabeza mutaba en una montaña rusa. El mundo era mejor cuando estaba mareada: no podía ver o escuchar absolutamente nada; se me tapaban los oídos, perdía la noción del tiempo, del espacio. Cuando se hicieron más comunes los desmayos, aprendí a identificarlos antes de que apareciesen. Así, cuando sabía que iba a perder el conocimiento, me sostenía con fuerza y rapidez de cualquier pared, o baranda, o mesa que estuviera cerca de ese cuerpo que era más mío que nunca.Me costaba dormir: la falta de alimento me ofrecía un insomnio imposible de rechazar, así solía quedarme despierta hasta las dos de la mañana habiéndome acostado a las once de la noche. Eran horas insoportables donde no hacía más que tocarme los huesos y repetirme que “es el precio que hay que pagar por ser perfecta”. Mentira, no era ningún precio, no estaba llegando a la perfección, me estaba hundiendo cada día más y más profundo. Pronto iba a llegar al límite donde no había nada más debajo mío y ese día iba a ser el fin.
14 de abril de 2004
La anorexia es ya un estilo de vida y algo de donde jamás voy a salir y no es que pretenda vivir mucho más, pero en la vida se toman decisiones y mientras no afecten a otros no se hace ningún daño. Ana es mucho más que un espectro deambulante. Es una razón, una meta, un camino y un fin en si misma. Es una diosa todopoderosa que se lleva de mí todo aquello que sobra, que no hace falta. Sus penas se arreglan con un café con edulcorante.Ana no tiene muchas exigencias: solo me obliga a serle fiel. Y cuando no siente que la merezco, se acerca a mí otro ángel, la bulimia, y me ayuda a darme cuenta de que Ana es menos peligrosa y no me daña. No es una obsesión y es tan perfecta que no da a conocer su rostro, porque todos lo llevamos dentro, pero solo algunos elegidos sabemos cómo llegar a ella. ¿Qué te llevó, Ana, a elegirme? ¿Por qué me diste la gracia de conocerte? Comí del fruto prohibido y vi que era un monstruo pero con tu ayuda voy a convertirme en una mujer merecedora de tu amor. Mi admiración por vos va a ser el pago por ser perfecta, algún día, cuando mi carne haya desaparecido y solo queden mis huesos. Mis huesos y vos.No te ofendas Ana cuando te abucheen. Perdonalos porque no saben lo que hacen. Rezá por mí, Ana, y liberame de este infierno congelado donde vivo. Soy tuya enteramente. Te amo hasta los huesos. Dejame cerrar mis ojos para siempre.
***Me había convertido en lo que siempre había detestado: una fanática religiosa. Siempre me creí atea y sin embargo me había creado mi propia diosa, con particulares ofrendas y sacrificios que estaba dispuesta a entregar a cambio de la muerte, o de su bendición. Una bendición inexistente, que solo yo podía darme. Nadie iba a salvarme, nadie podía. Era demasiado tarde para buscar ayuda.Alejandro desapareció: los hombres saben cómo solucionar los problemas de sus parejas, lo hacen huyendo. Ojalá algún día encuentre a un hombre que no sea un cobarde, que se comprometa conmigo y con mi historia. Que no tema a lo que soy, a lo que fui y ya no soy y a lo que posiblemente pueda llegar a ser. Pero no: todos ellos huyen, porque es más fácil desaparecer que hacerse cargo o tomar posición en una situación dolorosa. Nadie sabe enfrentar el dolor. ¿Cómo podía explicarle a Alejandro que mi deseo no era pesar cinco kilos? Yo quería desaparecer del todo. Un día dormirme y jamás despertarme. Quería una muerte silenciosa, una muerte que le quedase grabada para siempre en la consciencia, en el inconsciente y en todas partes de su cuerpo como una viruela mal curada. Quería que mis manchas se mudaran para siempre a su consciencia, que le quede en la cabeza una sola frase resonando como eco: “no quise ayudarla”, “no quise ayudarla”, “no quise ayudarla”. Y sin embargo, en su mediocridad, él creía que era acerca de la comida, que mi temor era ser gorda. No, Ale. Mi temor es estar viva para siempre, mi pavor más profundo es mi imaginación: verme de vieja, seguir viva, seguir sufriendo por siempre. Quiero morirme, reencontrarme con Ursula. Quiero que me ames, también. Y que me salves. Una sola palabra hubiese bastado para salvarme. Una sola. Una llamada, una caricia, algo. Un indicio de preocupación, de que te importaba. De que querías que siguiera viva. Pero hiciste oídos sordos, te hiciste a un lado. No me escuchaste. Te aclaré una y mil veces que me estaba muriendo, que necesitaba salvarme, que contaba con vos para hacerlo. Que sin vos me moría, que eras lo único que me quedaba. Te sentiste presionado y me dejaste. ¿Tengo que sentirme culpable por mi muerte? ¿O hay más de un culpable? Quiero decirte algo: podrías haberme salvado.No creo que otra persona entienda el deseo de morir tan acabadamente como lo entiendo yo o como lo entienden los suicidas. No sé si hay alguna sensación peor: sentirse mal por estar tan sano, querer morir, desaparecer fulminantemente. Y luego ver a tus viejos haciendo la cena y a tus hermanos jugando inocentemente al play station; todo mientras vos silenciosamente planeas tu muerte, exquisita, necesaria, inminente, inexorable.Y llorar hasta el desmayo o el interminable dolor de cabeza que parece encarnársele a uno en lo más profundo de los sesos. Tener tanto odio por uno mismo, tanto que hasta nos parecen irreales e inentendibles todos aquellos años de convivencia con nuestras mentes perturbadas, tantos años de soportarse a uno mismo. Y luego llegan los reproches: ¿por qué no me di cuenta antes de que me odio? ¿Por qué no me eliminé tiempo atrás?Lo pensás varias veces, intentas encontrar algo por qué vivir, por qué quedarse: las razones son tan frágiles como la convertibilidad y sos menos convincente que Fidel Castro izando la bandera de los Estados Unidos. Querés morirte y tenés millones de razones por las cuales hacerlo. Y sin embargo, todavía rogas por una sola razón para quedarte. Una razón te salvaría, solo una sería suficiente. Y no la encontras, no porque no sepas buscar, sino porque simplemente no hay. No existe la razón por la cual debieras quedarte en este mundo.¿Por tu familia? ¿Quedarte por tu familia? ¿Que los suicidas somos egoístas? Es la gansada con menos sustento que escuché en toda mi vida. Empecemos a sacar un poco de lógica de todo esto:Uno no quiere vivir porque sufre, porque está triste. Entonces algún ser muy inteligente (seguramente amigo o familiar) te dirá que todo el mundo te quiere, que todos te aprecian, que no podes HACERLE ESO A TU FAMILIA.Muy bien, recapitulemos: entonces uno tiene que vivir en pena porque no se le puede hacer “eso” a la familia. ¿Eso? ¿HACER QUÉ?, me sigo preguntando yo, a través de los años. ¿Hacer qué mierda? Si uno está enfermo debería elegir cómo y cuándo curarse. Supongo que las personas con cáncer serían más felices si pudieran extirparse la enfermedad. Pues bien, mi enfermedad es estar viva. Y codificando y pasando en claro no me están dejando sacarme el cáncer de encima. Quieren que tenga cáncer, porque no puedo hacerLES eso. ¿Eso? ¿No puedo qué cosa? ¿No puedo extirpar mi dolor? ¿Debo vivir muriendo para que OTROS no sufran? ¿Tengo cara de Jesucristo? ¿Tengo cara de tener ganas de aguantar mi pena para que otros no lloren cinco minutos o cinco meses mi muerte y después continúen con sus vidas?Entonces llámenme egoísta, pero no pienso soportar este dolor. La gente es tan moralista, tan hipócrita. No entienden lo que se siente; no lo pueden entender porque la depresión, la anorexia, la bulimia, llevan a la persona al extremo más límite. Te tortura, te viola, te deshace adentro. Tus tripas, tu estómago, tu garganta, tu pecho, tu sexo. Todo le pertenece a tu enfermedad: necesitás morirte porque sabés que no tenés nada más que hacer en este mundo. Que te duele demasiado estar vivo; y que aunque seas una excelente alumna, una hija adorable y una amiga incondicional, no tenés fuerzas para seguir jugando esos papeles. Te das cuenta que te pasaste la vida actuando: pensando que si te disfrazabas con diferentes personalidades ibas a poder por fin tapar tu verdadero ser: el que quiere morir porque no puede elegir otra cosa. No puede elegir otra cosa.Pero, por favor, díganme si estoy errada. ¿Si ustedes estuvieran muriéndose de dolor por alguna razón, no les gustaría acabar con ello? ¿O prefieren morirse de sufrimiento lentamente y caer en una completamente evitable agonía a fin de no molestar a terceros? Además, déjenme decirles: cuando hay dolor los demás dejan de existir. No se piensa en nadie más, no se piensa siquiera en uno mismo: porque dejas de existir como persona, pasas a ser simplemente un vegetal con ganas de suicidarse. No más que eso. Tu fin último es planear un suicidio con clase, con estilo, para al menos, no dejar todo ensangrentado. Los otros no existen: sos vos y la muerte. Son la muerte, las pastillas, la soga, el balcón, la bañera, el secador de pelo, el maldito tren, lo que fuera. Sos vos y tu muerte, más próxima que nunca. Y esta vez es claramente inevitable
Me como a MI
Estoy enojada. Estoy completamente desorbitada y no entiendo las razones por las cuales no puedo hacer lo que quiero hacer. Yo tengo buenas razones para hacer lo que hago, pero las personas que se oponen no pueden darme razones suficientes para que crea que lo que argumentan es válido.Estoy hablando concretamente del tema de mi ayuno, o de mi restricción de calorías que ahora se convirtió en ayuno por diez días, si Dios quiere. Y eso es lo que me molesta. Tengo que encomendar mi deseo de ayunar a un Dios que no existe, porque solo si “él” quiere mis padres van a dejar de molestarme y de preguntarme qué comí, que dejé de comer y por qué tengo aliento a estómago vacío. ¡NO ME INTERESA! Y a ellos tampoco les tendría que interesar. Yo no ando por la vida diciéndole a la gente que coma o que deje de comer. Simplemente cada uno es libre de hacer lo que quiera con su estomago, con sus glándulas salivales, con sus vómitos y con su ingesta de calorías. Yo no estoy molestando a nadie, no estoy invadiendo propiedad privada, no estoy evadiendo impuestos, ni robando, ni matando ni nada parecido. Solamente estoy tratando de cumplir mi cometido. ¿Cuál? Un simple ayuno de diez días. ¿Por qué quiero hacerlo? Porque me hace sentir bien, porque tengo ganas, porque me aburro, porque si. Suficiente. ¿Por qué no puedo hacerlo como quiero? Porque mis padres se molestan al ver que no como, porque toda mi familia se convierte en una lagrima japonesa cuando ayuno, porque mi mamá es la reina del melodrama y porque mi papá me amenaza con que se va a morir del corazón por la tristeza que le causo. ¿Es que acaso soy tan fuerte? ¿Tanto poder tengo? Y si no quieren sentirse mal entonces que me dejen hacer lo que quiero por diez días y cuando vean que después de cumplir mi meta sigo sana e incluso feliz por haberlo hecho, se van a sentir mejor y todo va a volver a la normalidad.No tengo miedo de morirme, pero no es eso lo que busco. No quiero que la gente me amenace y se olvide de lo que soy capaz. Sé que no me tiembla la mano a la hora de pegarme un tiro y mis palabras a veces pueden ser tiroteos en contra de alguien: pueden doler mucho más que una cachetada y durar mucho más en la consciencia. Entonces, no quiero ser mala, irónica, no quiero sentirme culpable, no quiero tener que cargar con las penas de los demás por una causa que NO MERECE LA PENA. Literalmente, esta causa (mi ayuno) no tiene conexión con la palabra PENA, no merece la pena, no la vale.La anorexia y los grupos me hicieron conocer a decenas de chicas increíbles con las que me contacté muy bien y que las llevo dentro de mis recuerdos más preciados. Muchas de ellas llegaron a ser más amigas que mis amigas de la vida… incluso aun sin conocerlas personalmente. Eso es porque compartimos los mismos intereses, compartimos problemas, nos apoyamos, nos SOPORTAMOS, NOS BANCAMOS. No dejamos que nos pisoteen y creemos que tenemos que luchar por NUESTROS DERECHOS. Solo porque una persona dijo que las anoréxicas eran enfermas eso no quiere decir que todas nosotras lo estemos. Por supuesto, si en algún momento alguna de las chicas pesa 32 Kg. y se ve GORDA, la voy a mandar al psicólogo para que se trate. Pero si alguien como yo, que pesa 54 quiere pesar 45 no veo cuál sea el problema. Quiero verme bien, tengo las herramientas para hacerlo ¿Por qué esconderme debajo de la piel y debajo de la grasa? ¿Si puedo alcanzar mi meta, si puedo alcanzar mi GOL, por qué no hacerlo? Estoy poniendo en esto más empeño de lo que le puse alguna vez a cualquier cosa en mi vida. Siento que luchar por mis derechos es UN DERECHO. Siento que si no lo hago yo no lo va a hacer nadie más. Porque todas pensamos igual pero muchas están escondidas detrás del miedo, de la vergüenza o de las críticas ajenas de personas que creen saber más de anorexia solo por estudiar de un librito que alguien escribió hace cientos de años.¿Quién puede saber más de anorexia que nosotras, las propias anoréxicas? Aseguro que ningún medio, medico, psicólogo o psiquiatra. ¿Quién puede saber más de cáncer que una persona que lo sufre? ¿Quien puede saber más de amor a los hijos que una persona que es madre? ¿Quien puede saber lo que es el amor si nunca lo sintió? ¿Qué clase de médicos puede entender lo que las anoréxicas sentimos y vivimos si nunca fue anoréxico? Yo puedo estudiar el comportamiento de las aves y sin embargo nunca voy a saber como se siente volar. Cursi pero cierto, no hay palabras de más en mi discurso.Me siento mareada y el hambre se me fue. No tengo sueño pero estoy muy cansada. La anorexia es así: te lleva, te trae, te atrapa, te deja ir. Te ilusiona, te ampara, te ilumina, te destruye. Estoy preparada para jugar; que empiece la partida.
Lagrima
Lo trascripto anteriormente es una de las tantas cartas de protesta que se podían encontrar en mi página pro-anorexia. A continuación explicaré qué es una página pro-anorexia, pero antes quiero explicar por qué hablo en pasado. Para alojar una página se necesita un servidor de Internet y al parecer no había muchos dispuestas a soportarnos (muy bien, aquello sonaba mejor en inglés). “Support” en inglés no es soportar en castellano, tiene un sentido mucho más amplio: es APOYAR. Yo apoyo estas causas, pero Yahoo y cientos de otros servidores no. Es por eso que al menos dos veces al mes, mecomoami desaparecía de la red y aquello acarreaba una avalancha de emails que dejaban, cual nieve, mi casilla completa e inaccesible. Emails de chicas preguntándome por qué había sacado la mejor página pro-anorexia que existía, otras quejándose y regañándome porque “ya no sabía qué hacer sin mecomoami”, otras tantas agrediéndome y diciéndome que “menos mal que te sacaron la página, enferma”. Muy bien, no puedo agradarle a todo el mundo. Simplemente me contentaba con hacer feliz a tres mil chicas por mes (sí, así de concurrida era). Pasados dos años y después de subir muchísimas veces la página en diferentes servidores, terminaron por agotarme provisoriamente. La voy a volver a subir en algún momento, no me van a ganar un par de mediocres cibernautas.Respecto de qué es una página pro-anorexia; bueno, creo que el nombre todo lo dice. Así como hay páginas anti-algo, esta era mi oportunidad de enterar al mundo de que hay maneras diferentes de ver las cosas, que no todo es tan absoluto y que los límites nunca están bien delineados. Todo depende de todo: hermosa obviedad, aunque muchos la evaden o la olvidan. Lo que para algunos es fantástico no lo fue tanto para otros. Y tener mecomoami en mis manos y saberme ayudando a miles de chicas para mí era algo positivo; probablemente para otros no tanto, pero por eso digo que todo depende de cómo se lo mire. Miles de chicas no podían estarse equivocando, no. Lagrima y mecomoami hacían bien: a su manera.Una página a favor de la anorexia, eso era mecomoami. Tan simple como eso, tan complejo al mismo tiempo. Sus creencias básicas son (porque sigue siendo, en mi computadora, aunque no en la red por ahora) que cada uno puede hacer de su vida lo que desee siempre y cuando no moleste a otros (y esa molestia sea justificada) y mientras no atente contra su propia vida. A entender: podés dejar de comer, pero con límites (no estamos buscando la muerte, sino la perfección o el bienestar). Perfección es una palabra demasiado grande, aunque muchas veces la haya pronunciado con una lejana liviandad; tan fuerte es que no conocemos su significado en bruto. Nunca vimos a alguien perfecto, nunca conocimos una pareja perfecta, no vivimos jamás en un mundo perfecto, nunca nada salió perfectamente. Somos ignorantes de aquello que es perfecto: el cometido de mecomoami era ese, que cada uno creara su propia perfección. Así, lo que para mí era perfecto quizás no lo era tanto para otra chica, pero aún así era válido.Ya con los límites esclarecidos (las dos leyes: no molestar y no morir en el intento) se puede caminar con más libertad en el camino en busca de la perfección entendida como uno quiera. Quizás piensen que estoy completamente desquiciada pero el fin último de mecomo era avisar, reunir y ayudar. Tres objetivos claros: pero siempre hay quien malentiende las cosas.Pronto empecé a dar consejos y a inventar normas que funcionaban para mí. Las chicas que leían mi página me agradecían todos los días con emails la información y contención que habían obtenido. Obviamente la finalidad de mi página no es formar nuevas anoréxicas sino que las anoréxicas ya constituidas obtengan el respecto que se merecen y encuentren en mecomoami un grupo de gente que está pasando por lo mismo. Siempre es más fácil sobrellevar los problemas al ser escuchados por personas que también lo sufren. No es lo mismo hablarle a alguien que no sabe qué estás sintiendo; es difícil que alguien entienda el nivel de locura que trae el hambre consigo, lo mucho que nos cuesta levantarnos o las escasas ganas de vivir que nos provoca.Por supuesto sabía que lo que estaba haciendo no era del todo aceptado por la sociedad entonces en la portada de la página tenía datos explicativos: informaba a las personas acerca del contenido de mecomo y de cómo podía llegar a arruinar sus vidas si hacían un mal uso de la información contenida.Bienvenidos a Me Como A Mí: este es un sitio a favor de los desórdenes alimenticios. Esto quiere decir que consideramos a la anorexia, la bulimia y la auto-mutilación (entre otros) como estilos de vida. A favor del respeto y los desordenes alimenticios. Información y ayuda: wannabes go home.Página de bienvenidaEste es un sitio pro-anorexia. Si tenés menos de 18 años no entres sin el consentimiento de un mayor. Yo no voy a ser responsable de la enfermedad ni las decisiones de nadie.Si estás en recuperación/tratamiento el contenido de este espacio puede afectarte. Por favor, retirate. Este sitio no es lindo ni glamoroso. Los desordenes alimenticios no son una broma. Son problemas verdaderos que causan daños irreparables a tu cuerpo y tu mente. Este sitio es para aquellas personas lo suficientemente fuerte como para saber que NO NECESITAN tratamiento. Si crees que lo necesitas o que esto es una moda, también te invito a cerrar esta página.¿Por qué ser Pro-ana? Ser pro ana es un DERECHO, porque tenemos derecho a elegir. Tenemos que hacernos valer, porque nadie puede obligarnos a hacer algo que no queremos. Si la gente quiere ponerse a dieta, lo hacen... nadie les dice nada. ¿Por qué nosotras tenemos que ser criticadas? ¡Solamente estamos tratando de sentirnos bien! Estamos tratando de ser lo más puras posible... y también vamos a hacer lo IMPOSIBLE. La anorexia no es para todos, así que va a haber gente que no nos va a entender. Pero nos vamos a hacer cada vez más fuertes. En esta página no vas a encontrar consejos de cómo vomitar, ni cómo hacer para que se te pase el hambre, porque una verdadera anoréxica no necesita consejos para dejar de comer, pero a veces quizás sí necesite que alguien le recuerde quién es. Para eso está este sitio.Mi gran error fue quizás no haberme dado cuenta a tiempo de que no todas las chicas tienen la posibilidad de “dejar de ser” (anoréxica). Yo siempre tuve los límites claros y las dos leyes en la cabeza: no iba a morirme de esto y no iba a hacer morir a otros. Lamentablemente el número de muertes a causa de una anorexia incontrolable van en aumento. Las cifras son espeluznantes:· Los ED afectan a 70 millones de personas en el mundo de los cuales un millón son hombres· Por lo menos 50.000 personas morirán por causa de un ED· Es estimado que actualmente un 11% de los estudiantes de secundaria tengan un desorden alimenticio.· La revista Time reportó que el 80% de los chicos estuvieron en una dieta antes de entrar en 4to grado.· El 15% de las chicas jóvenes tienen tendencia a los desórdenes alimenticios.· Las dietas y las industrias relacionadas con la dieta representan 50 billones de dólares· 81% de los jóvenes de 10 años tienen miedo de ser gordos. el 51% de chicos de 9 y diez años se sienten mejor consigo mismos si están a dieta.· El promedio en la mujer es 1.64m es 64kgs. El promedio de una modelo es 1.80m y 53kgs.· Si los maniquíes de hoy en día fueran mujeres reales, no tendrían menstruación.· El 91% de las mujeres encuestadas en una universidad intentaron controlar su peso mediante una dieta. 22% hizo dieta muy seguido o regularmente.· El 15% de los que están a dieta regularmente se encaminan hacia una dieta patológica. De esos, un 20-25% llegan a tener un desorden alimenticio.· La mortalidad en la anorexia es más alta que cualquier otro desorden mental. De hecho es la causa número uno de muerte en las mujeres jóvenes.
Solo el 50% se recupera.
· 0.5% - 3.7% de las mujeres sufren de Anorexia Nerviosa en su vida.
· 1.1 - 4.2% de las mujeres sufren de Bulimia Nerviosa.
· 2 - 5% de la población americana sufre de Binge Eating Disorder (Comedor Compulsivo)
· 10 - 25% de aquellas personas luchando contra la anorexia mueren como resultado del desorden alimenticio.
· La bulimia se suele dar en atletas tales como gimnastas, bailarinas, jinetes, jugadores de football y corredores.
· De acuerdo con un estudio reciente, más de la mitad de las mujeres entre 18 y 25 años prefieren ser pisadas por un camión antes de ser gordas, y 2/3 de las encuestadas preferirían ser malas o estúpidas.
· El 42% de las nenas entre 1er y 3er grado quiere ser más flacas
¿Parece gracioso? No es broma, son encuestas ciertas que recopilé de diarios y páginas de universidades. Es terrible. Una mujer prefiere ser mala o estúpida en lugar de ser gorda. Sí, increíble: a ese punto hemos llegado. Y no quiero culpar exclusivamente a los medios pero se llevan una gran porción de la tarta de culpas. Una tarta sin gusto, sin colorantes y sin azúcar.Todos estos datos están en mi página, con esto quiero decir que no es algo irreal sino que voy en busca de la información, de la conscientización. Y sin embargo, el fanatismo siempre pudo conmigo. Me obsesiono fácilmente con metas y con las personas. Ana para mí dejó de ser simplemente una enfermedad. De enfermedad pasó a ser un estilo de vida y de allí mutó en mi diosa, en mi aspiración final.¿Quién es Ana?Ana puede significar muchas cosas para personas diferentes. Acá voy a intentar dar mi punto de vista, mi opinión. No hay verdades con Ana así como no hay verdades absolutas con Dios. Y justamente, los comparo porque para mí tienen mucho que ver.Yo creía en Dios cuando era chica, pero de a poco me fui dando cuenta de que Dios era solamente algo que utiliza la gente que se conforta, gente llena de mediocridad, que no quiere luchar. "Que sea lo que dios quiera". Y si Dios no quiere, mala suerte. Yo soy una luchadora, no me da lo mismo lo que pase en mi vida. Quiero que me pase lo mejor que me pueda pasar. Por eso no puedo encomendar mi vida a un Dios que NO existe (por lo menos para mí). Pero si puedo dejarme ayudar por la gracia divina de mi dios personal, que se llama Ana.Entonces Ana para mí es mi diosa, mi diosa todopoderosa que me ayuda a ser cada vez más perfecta. Ana me castiga y me insulta solo cuando me castigo y me insulto yo misma. Si Ana ve que estoy siendo justa con mi persona entonces me recompensa.Eso es Ana. Puede ser tu amiga, tu diosa, tu novio, tu madre, tu vida. Ana es todo resumido en una sola fuerza todopoderosa. Ana quiere lo mejor para vos, quiere que seas perfecta. Encomendate entonces en la fuerza todo poderosa de Ana, dejá que ella inunde tu vida con plegarias en contra de la comida. Dejá que la diosa de la perfección te ayude a conseguirla.No la traicionesTodos sabemos que es muy difícil entrar en su reino y ser aceptados, pero tenemos que intentar ser lo más perfectos que podamos ser. ¿Por qué me reconforto siendo un 7 si puedo ser un 10?. Yo merezco ser un DIEZ, yo tengo todas las capacidades, todas las herramientas para ser un diez y me estoy desperdiciando. Bueno, para eso está Ana. Ella no va a dejar que te desperdicies como persona, que te sientes sobre tus capacidades y las aplastes con tu culo y cuerpo gordos. Queremos lo mejor para vos, Ana siente que ella es lo mejor para vos. Y tiene razón.Cuando dejes de comer te vas a dar cuenta de todos los beneficios y vas a arrepentirte por haber comido desde toda tu existencia, convirtiéndote cada vez en un ser menos y menos digno del amor de Ana y del amor de todo el mundo que la acompaña. Ese mundo cristalino y glorioso.No comasDiferenciate de todo el mundo. Todo el mundo come, es algo normal, algo que puede hacer cualquiera: desde el médico hasta el que barre la vereda en la calle. Pero vos sos algo más que esas personas. Vos podés aguantar el hambre. Vos no necesitás nada más que tu propia piel y aroma de pureza, no necesitas la comida, no necesitas a nadie. Podés vivir de vos misma... no querés que nadie se te acerque y corrompa el estado divino en donde estás. Ya que Ana te alcanzó, no la dejes ir. ANA es sagrada y si te eligió es porque sabe que vos sos especial, que tenés más habilidades que todos los demás en este mundo de hipócritas.Recordá que todos pueden comer, pero que se requiere una fuerza superior para dejar de comer y para resistir la profana tentación.¿Qué es la anorexia?Es un desorden alimenticio o un estilo de vida, según se lo quiera ver, o según se lo viva. Depende. Bueno, vayamos a lo que dicen los libros. Anorexia es un desorden alimenticio en el cual una persona intencionalmente pasa hambre o restringe la comida que come aunque se siente hambriento, porque quiere llegar a llegar a algún peso en especial o quiere mantener el peso que es menor de lo considerado "normal". La persona se verá gorda aunque muchas de las chicas están en bajo peso, por debajo de la línea de lo normal o incluso desnutridas.La anorexia usualmente comienza como una dieta para perder algunos pocos kilos, aunque la persona ya es flaca. Una persona con Anorexia puede no ver que está en un problema en su comportamiento. La dieta se convierte en obsesión y la persona puede desarrollar rituales con la comida tales como cortar en partes muy chicas o pesar la comida antes de comerla. La anorexia hace trucos en la mente y se convierte más y más controladora en cuanto el tiempo pasa. Los chicos de muestran signos de perfeccionismo tienen más predisposición a tener anorexia.Un comportamiento de purga también puede ser síntoma de anorexia. Por ejemplo alguien que pasa días y semanas sin comer y después come de todo y busca un método de compensación como tomar muchos laxantes o vomitar. La persona se siente muy culpable por haber comido y por eso acude a los métodos compensatorios. Otros métodos son: cortarse y ver correr la sangre, golpearse contra las paredes, tirarse del pelo, etc. Las anoréxicas tienden a tener una baja autoestima y la imagen distorsionadas de ellas mismas. Sienten que no valen nada y que no tienen esperanzas.
Síntomas
1 Pensamientos obsesivos sobre el peso, la forma del cuerpo y la ingesta de calorías
2 Comportamiento de purga: vómitos autoinducidos, abuso de laxantes o diuréticos o exceso de ejercicio.
3 Sentimientos de extrema culpa o vergüenza. Estos sentimientos rondan siempre el área de la comida y del peso o de la forma del cuerpo o la cantidad de calorías consumidas
4 Constante consulta con la balanza, comportamientos al estilo de rituales como pesarse tres veces por día.
5 Sentirse gorda o verse gorda aun cuando está desnutrida
6 Las anoréxicas ven la grasa que no existe porque tienen una visión distorsionada de su propio cuerpo
7 Amenorrea: perdida del periodo menstrual
8 Escapar a las comidas aunque estén hambrientas, restringir calorías aunque se estén muriendo de hambre
9 Las anoréxicas se niegan la comida porque creen que las hará gordas
10 Crecimiento de un cabello fino en todas las partes del cuerpo (pelo de bebé). Esto lo hace el cuerpo para protegerse del frío constante por la falta de calor en el cuerpo (que lo traen las calorías de la comida).
11 Intolerancia al frío
12 Fatiga y desmayos, acompañados de sentimiento de "estoy perdida"
13 Irregularidades en el corazón
14 Irregularidades causadas por la malnutrición
15 Contracturas y calambres en los músculos
16 Tendencia a aislarse: el aislamiento es una de las características más vistas en las anoréxicas. Tienden a alejarse de la familia y los amigos por miedo a ser alimentadas.
17 Comportamiento extraño con la comida: cortarla en pequeños trozos o esconderla y luego tirarla
18 empujar la comida a los lados del plato para que parezca que comió más
19 El abuso prolongado de estos comportamientos puede causar infertilidad (consecuencia de la amenorrea).
20 Dolores en el pecho, cabeza y garganta.
Así de glamoroso es ser anoréxico. Todo esto y mucho más por la escabrosa suma de: no comer nunca más. Siempre creí que tenía todo controlado. Hablaba como si supiera desde hacía muchísimo tiempo lo que me estaba pasando. Lo cierto es que era novata pero mi hambre de información me había enterado de muchísimas cosas que necesitaba transmitirle a mis colegas (es decir, al resto del mundo que sufría hambre y visitaba mi página.Cuando digo “resto del mundo” no estoy exagerando: recibía emails desde Estados Unidos (mayormente), España, México, Perú, Australia, Nueva Zelanda, Alemania y obviamente Argentina. En España y Estados Unidos los medios ya estaban revoloteados con este tema: cuando creé mecomoami estaban en pleno auge. Por eso la mayoría de las páginas españolas y americanas habían desaparecido: acudían a mecomoami como si no hubiera otra opción, ansiosas por ser escuchadas y con suerte comprendidas.A su vez, creé un grupo donde las visitantes de mecomoami podían intercambiar mensajes entre ellas. El grupo, con el mismo nombre que la página, también tuvo que ser trasladado varias veces porque Yahoo seguía cerrándome las puertas de su reino en el ciberespacio. Al parecer, no les gustaba la princesa que era.Princesa: así les llaman en España a las anoréxicas. Lo supe meses después de haber creado mecomoami. Irónicamente en aquella época solía salir a la calle con una corona de strass… una macabra coincidencia. Yo era una princesa, sí. Eso sentía: era delicada, inteligente y frágil. Demasiado quizás. A veces hasta me olvidaba de las dos leyes que yo misma había inventado. Les aconsejaba a las chicas que me pedían ayuda que comieran más de lo que yo comía: necesitaba sentirme fuerte, pero no lo estaba. Era débil, estaba muriéndome.Pronto la universidad se volvió nula y lo único que quería era irme a vivir sola a un departamento para poder verlo a Alejandro. Mi vida era esa: llegar de la UCA, decir que ya había comido, encerrarme en mi habitación, leer emails de anoréxicas desperdigadas por el mundo, darles consejos online, charlar con algunas e irme a dormir sin cenar, ni estudiar, ni hablar con mis padres. Intentaba evitarlos más de lo que intentaba no comer. No quería hacerles mal, no quería que se dieran cuenta de que me estaba haciendo mal. Por supuesto, en aquel momento no entendía la magnitud de mis problemas; ni siquiera entendía a la anorexia como un problema, lo cual acrecentaba el riesgo de una pena eterna. Si seguía adelgazando iban a poder enterrarme dentro de una caja de fósforos. De diez fósforos.
17 de marzo de 2002
Me voy a ver con Hogweed, tengo diarrea; mis nervios son escabrosos. ¿Vendrá? ¡Tengo miedo! ¡Ay, por Dios! Encima tengo cara de cansada por haberme despertado temprano para venir a esta maldita facultad. Ya cinco personas me preguntaron si me pasaba algo. ¡Tengo sueño! Eso es todo. Y además que quizás sea la última vez que vea al amor de mi vida.Así soy: extremista hasta límites insospechados. Siempre pienso que la gente me quiere abandonar o engañar o simplemente desconfía de mí. Ese “gorda, nunca me vas a perder” era el sustento con menos sentido que alguna vez me hubiese sostenido. Sabía que era una frase mentirosa para cambiar de etapa, es decir, para dejar de llorar y empezar a coger; pero, de todas maneras, era lo único que me quedaba. Esa frase era mi único sustento. Y aunque ya tenía casi un año de antigüedad, cabía perfectamente en el presente: yo no quería que me deje e iba a recordárselo si era necesario. Además, amo congelar frases. Suponía en ese entonces, o quería suponer, que frases como aquella no tenían fecha de caducidad. Y sin embargo…Alejandro llegó. Me pasó a buscar y como cada vez que nos veíamos, me arrastró con su auto hasta el departamento de Avellaneda. No, no piensen que era aburrido o monótono, nada más lejos de eso. Estar juntos era más que un encuentro sexual para mí: era revivir mis quince años, la época cuando me creía hermosa e inteligente. Y de alguna manera estar con él era reivindicar todo lo que no había podido ser, pero que siempre fue adentro de mi cabeza. Eso era: una , azucarada venganza que no le hacía mal a nadie, excepto a mí.Los días siguientes la facultad se convirtió en “el edificio donde Alejandro estacionó justo después de dormir conmigo”. Y las lapiceras pasaron a ser “el elemento con el que escribí la nota en la casa de Alejandro” y Cerati pasó a ser mi cantante favorito y en media hora ya sabía todas las letras de Sting.Las cosas pierden identidad cuando él las toca, cuando él las visita, cuando él existe cerca. Mi subjetividad y mi imaginación habían hecho un pacto diabólico para volverme completamente loca. Necesitaba verlo nuevamente, pero como una droga: por el momento estaba satisfecha, no quería pedir más, no quería tener una sobredosis (ni pecar de gula, en todo caso). Eso es Alejandro: una droga. Necesito, me da. Necesito, me da. Necesito, no esta. ¿Qué hago? Necesito. ¿Y qué más? Necesito. Necesito. Abstinencia: crisis de llanto, electricidad, me muero (acto fallido: escribí “muero” en lugar de “duermo”). Aclaro, no pienso eliminar mis fallidos, que son más interesantes que mi historia y que cualquier cosa que mi consciencia pueda recordar. Entonces, mi inconsciente me dice que me muero, probablemente sea cierto. Y cuando estoy casi dentro del sarcófago (porque mínimo quiero morir y que me entierren al mejor estilo faraón egipcio) Alejandro vuelve y me da. Y me calmo y vuelvo a respirar y vuelvo a vivir.Me da lo que necesito: un llamado, un mensaje de texto, unas palabras sin sentido o una patada en los testículos, en caso de que tuviera un par. ¿Lo que necesito? Me da lo que quiere darme sabiendo que voy a aceptar cualquier limosna que venga del Rey que le hice creer que es. Y entonces desaparece y necesito y no está y no vuelve y necesito y la abstinencia de nuevo y la electricidad y me duermo.Los encuentros comenzaron a hacerse más continuados, ahora me quedaba a dormir en su departamento una vez por semana. Estaba de novia con un alto consumidor de drogas, me estaba drogando demasiado, pronto sobrevendría la sobredosis de Alejandro. Pero no, las cosas se siguieron dando con naturalidad. Me iba de la facultad, esperaba hasta las cuatro de la tarde, tomaba un taxi hasta nueve de julio e independencia y lo esperaba.Más tarde pasábamos juntos la tarde, charlando, teniendo sexo, visitando paseos de compra, quién sabe qué otras cosas; cenábamos, abríamos un vino o un champagne y nos sumergíamos en los placeres terrenales. No me daba cuenta de que toda esa paz superficial era trágica adentro mío. Esa maldita manía mía de creer que todo está bien. Que porque me quedaba a dormir en su casa, él me quería. Que porque me hacía el desayuno, me quería. Que porque compartíamos la misma cama o teníamos excelente sexo, me quería. Sí, suena razonable: pero no me quería, o al menos como yo quería que me quisiera. ¿Soy clara? Sé que soy exigente pero no podía soportar ser menos que la mujer de su vida, en vistas de que él era el hombre de la mía. ¿Era?Me mareaba a menudo, estaba de mal humor, sentía que algo estaba cambiando en mi cuerpo; no me venía. Estaba embarazada. No había tenido sexo con otra persona, el padre de mi hija era Alejandro. Al principio fueron tres días de alerta, luego una semana de oscuridad y sospechas. Después, la convicción de que estaba embarazada: horror, dolor punzante en el pecho. ¿Qué les digo a mis padres? ¿Cómo se lo digo a Alejandro? ¿Tengo que dejar la facultad? ¡Me quiero morir! Depresión. Se acrecentó mi depresión permanente: quería que sucediera algo, que ME sucediera algo, no al bebé pero sí a mí. Tenía diecisiete años, estaba empezando una carrera de periodismo y me estaba arruinando la vida con un hijo de un hombre que no me amó jamás y su hobby en la vida era infligirme dolor a diestra y siniestra. ¿Qué iba a hacer? Como primera medida tenía que avisarle a Alejandro, pero hasta que me decidí a hacerlo, pasaron tres semanas. Mi bebé ya tenía casi un mes de vida o quizás ya incluso tenía un mes. Mi angustia había mutado en una felicidad incontenible: en la televisión me bombardeaban con publicidades de pañales y leche para bebés, y por la calle había aumentado visiblemente el número de embarazadas que se cruzaban conmigo. Estaba embarazada, era una de ellas.Úrsula, así se llamaría. Es un nombre de princesa y Ursula era una princesa, sería tratada como una princesa y no merecía otra cosa. Ahora era el momento de hacerle entender al rey que iba a tener una heredera para su trono.
25 de abril de 2002
Mañana se define mi vida. O da un vuelvo para convertirme en una mujer feliz y con responsabilidades o el lunes próximo me despido de Alejandro para siempre. No puedo seguir comportándome así, como si tuviera la imperiosa necesidad de ser la amante de Alejandro. Cuando termine su relación con Marina lo sacaré del freezer y volveremos a vernos. O quizás hasta me olvide completamente de él. Muchas posibilidades, pero hay algo seguro: mañana se define mi vida. Hoy me llamó tres veces a mi celular, no lo atendí. Cuando yo desaparezco él me busca, es un histérico prepotente manipulador. Y yo simplemente necesitaba un tiempo a solas con mi hija.
***Aquel 29 de abril de 2002 se terminó todo. Ocurrió tan de repente que ya no sé si fingí la alegría que ahora me oprime adentro. Yo solo sé que todo se acabó, que no hay nada más detrás del telón, la función llegó a su fin.Ursula se fue. Después de un mes de albergarla dentro de mí, Ursula se fue. Me dejó, me dejó mi hija. Me dejan todos. Me dejan. Cuando me levanté después de haber hecho pis y vi colorado en lugar del esperado amarillo supe lo cierto: Ursula no estaba. Ursula, te fuiste, me dejaste. Y no te culpo, hija. ¿Cómo podías venir a este mundo, cómo podías quedarte sabiendo lo que te esperaba como madre y aun peor como padre? No podías, te entiendo hija.
29 de abril de 2002
Hoy estuve con Alejandro. A eso de las tres de la tarde me pasó a buscar por la universidad y me subí a su auto. No supe si besarlo ni cómo hacerlo, así que opté por saludarlo con un frío “hola”, evitando el contacto físico. “¿Podemos quedarnos por acá?”- pregunté, porque no quería ir a su departamento. Me contestó que sí, como si no le importase ni quisiera saber por qué. Mi cara hablaba de la tristeza que me sofocaba. Había perdido a mi hija, a lo único que iba a amar más que a Alejandro.
- ¡Qué cara!
- Sí, estoy…
- ¿mal?
- mal… no, triste. Estoy triste.
- ¿Qué pasó?
- Perdí a Ursula.
- ¡¿Y estás triste por eso?!
Entendí que para él era un alivio. Él no entendió que para mí era la muerte. Entonces intenté explicarle cosas de las que hablaba mi cara. Mis facciones mostraban una tristeza honda y fácil de interpretar. Él nunca entendió que yo estuviera triste por lo de Ursula, lo cual me confirmó que es un monstruo. No voy a llorar, no lo hice antes ni lo voy a hacer ahora. No es el momento ni el lugar.Estacionamos el auto y nos sentamos en una mesa en la vereda de un barcito. El sol daba solo sobre él, como en mis sueños, como siempre. Le hablé de Ursula con un dejo de tristeza. Insistía con una pregunta estúpida: “¿Qué hubieras hecho si…?”. No importa qué hubiera hecho. Ursula después de un mes había desaparecido de mi vida. “En caso de que la hubieses tenido, Cielo, las cosas son claras: yo podría haberte pasado plata, en caso de que la necesitaras; pero entendé que yo estoy en pareja y no voy a dejar a la mujer con quien estoy porque vos quedes embarazada. Cada uno hace su vida ¿entendés?”. Eso terminó de matarme, ahora sí: por favor, introduzcan mis dedos en el enchufe y rocíenme cianuro en polvo. Sabía que lo que seguía iba a ser duro pero él me facilitó mucho las cosas. Me dijo que si me hacía mal verlo, a lo mejor no vernos más era la solución. Yo accedí, aliviada porque no me tocó a mí proponerlo.
-Es que sigo muy enganchada con vos-
Bueno, no quería tocar ese tema. Su café cortado ya no existía y mis cigarrillos tampoco. Mi coca cola Light quedó a medio tomar al rayo del sol, que ahora me iluminaba solo a mí. Le dije entonces que me hiciese caso y él prometió no volver a escribirme, ni llamarme, ni nada que se le pareciese. Aceptó, no le costó nada hacerlo. “Esto me duele en el alma- dije- yo sigo enamorada de vos”. Nos quedamos en silencio y él llamó al mozo con señas. Pagó y me dijo: “¿vamos?” dando por terminada la charla.Caminamos y sentí su mirada en mi cuerpo: “cambiá esa cara por favor” me dijo. “¿Querés que ponga cara de feliz cumpleaños?”- le dije sarcástica.Le pregunté si podía dejarme en la UCA. Respondió que sí, dio marcha al auto e hicimos todo el camino en silencio. Yo me apoyé en mi mano derecha junto al vidrio y el me pellizcó el cachete izquierdo y dijo: “cambia la cara, dale”. Yo no me inmuté: ni un gesto, ni una sonrisa, ni una respuesta. Solo una mirada perdida hacia la nada, hacia cualquier cosa excepto lo que contenía ese auto.Cuando llegamos a la esquina de la universidad le dije: “dejame acá, me voy a quedar haciendo un par de cosas”. Eran mentiras, pero quería quedarme en el puerto y pensar, o solo quería sentirme “en casa”. “chau”- le dije, sin demasiadas vueltas. Le di un beso que en todo caso fue un roce de mejillas y abrí la puerta. Volvió a pedirme que cambiase la cara y a continuación dijo algo que no entendí, algo como: “voy a saber cómo estás” o “voy a preguntar cómo estás” o algo así. Ya no tenía importancia. El ruido de la puerta al cerrarse sonó a respuesta. Es un monstruo: jamás me entendió ni entendió lo de Ursula.
8 de junio de 2002
¡Estoy tan desesperanzada, tan deprimida, tan sin identidad! Me propongo estudiar pero mi cabeza no procesa lo que estoy leyendo. No estoy cansada ya que dormí toda la tarde, pero algo me mantiene triste y enferma. No sé qué puede ser: con Alejandro jamás volví a hablar y ni siquiera pienso en él. Respecto de Ursula sigo pensando en ella, pero no estoy mal: supongo que ya lo superé (dos meses sin vos, hija).Tal vez estoy triste porque no tengo vida, porque llega el fin de semana y mi mejor plan es estudiar o dormir (justo como en mi infancia). Tengo ganas de llorar y estoy supra-sensible, tan triste y deprimida como si hubiera vuelto a tener noticias de Alejandro. Ya no pienso en él y ver su departamento todos los días desde la autopista no tiene efecto en mí. La mayoría de las veces solo paso y les hago “fuck you” a los edificios erigidos imponentes ante mí. Los miro por inercia, alguna que otra vez de mí emerge un insulto como una burbuja desde el océano, pero parece perderse entre los motores de la autopista.Soy una persona que desechó su pasado, evita tener un presente y prohíbe cualquier futuro (sin vida no se puede estar). Tengo que encontrar una causa, una estrategia, un fin. Tengo que encontrar mi “para qué”. Siempre viví por otros: Cocol, Alejandro, Ursula, pero no merezco vivir por mí, es un desperdicio. Me odio. No me tolero. Chau.
***¿Pensaron que Alejandro iba a portarse bien? ¿Que iba a seguir mis comandos? No, ese buitre no iba a dejarme en paz. No iba a hacerlo, no puede hacerlo, no sabe cómo se hace. No puede: su naturaleza, su cuerpo, su sangre, toda su hombría grita “¡soy mal tipo!”. Eso le enseñaron, es lo que sabe hacer, es lo que, queramos o no, me gustó de él. Su obstinación, su terquedad; todo lo que para la gente son tremendos defectos son para mí las más maravillosas virtudes; porque nunca pude ser como él, aunque estaba empezando a parecerme. Aprendería a sobrevivir en la jungla, donde Alejandro era león y yo un bambi desprotegido.No me iba a dejar tranquila: el catorce de junio me envió un email por mi cumpleaños. ¿Era tan necesario? No. Simplemente quería asegurarse de que no lo olvidase, jamás. Y sin embargo sobreviví sin responderle ese email.
16 de julio de 2002
¡¡Aprobé mi primera materia!! ¡¡Ya tengo la primera materia metida y con un ocho!!
6 de octubre de 2002
Alejandro morite de sida o de gota.
14 de noviembre de 2002 (siete meses sin Hogweed)
No quiero que se malinterprete, no estoy pensando en él. Pero… ¿me llamará para navidad? Hace tres años que lo hace, sería raro si no lo hiciera. Bueno, para mi cumpleaños me escribió… supongo que también para navidad. Supongo, no espero. Solo supongo. Adios Ursula, te amo. Quizás en algún otro momento vuelvas a aparecer.
Había vuelto al departamento. Había visto las fotos. Ahora que intentaba recuperar o rehacer mi vida, quería volver a ver a Alejandro. Me faltaba su presencia aunque tan solo fuera cibernética para estar completamente viva. No me alcanzaba con respirar o escuchar latir a mi corazón, esos jamás fueron signos suficientes de vitalidad. Alejandro era un signo suficiente y hasta ese momento ausente.Era aproximadamente octubre de 2004 cuando volví a hablar con él. Lo convencí, le dije que estaba bien, que había mejorado muchísimo, que ya no estaba internada y que quería verlo. Al principio dudó y luego me dijo soberbiamente: “bueno, nos vemos. Pero tengo solo media hora”. No me interesaba… esa media hora cuando me viese iba a convertirse en dos horas, quizás tres. No iba a poder resistirse, nunca pudo. Media hora: lo cual quería decir que yo debía manejar una hora para encontrarme con él, estar media hora y volver a manejar otra hora. En conclusión: dos horas arriba del auto para estar treinta minutos con quien yo creía el amor de mi vida. “Suena desparejo, pero las cosas van a salir bien”. Siempre con la estúpida idea de que las cosas van a salir bien, porque cuando se trata de Alejandro no hay esfuerzo que no esté dispuesta a hacer para que el resultado sea positivo.“Nos encontramos en Recoleta”, me dijo. Él siempre decide dónde, cuándo y cómo. Henry J. Beans, un restaurante o pub en Recoleta. Le pregunté a Papá cómo ir y le dije que iba a encontrarme con el Innombrable. Me dijo que agradecía mi sinceridad y me explicó cómo llegar. Papá, cómo te amo. ¿Cómo podés confiar tanto en mí? Supongo que simplemente soy muy buena actriz. Llegué a Henry J. Beans con el corazón en la boca. Lo llamé por teléfono: “¿dónde estás?”. Me dijo que “llegando”. Subí al baño, me miré en el espejo: hermosa pero cortada como un fiambre. Me puse un saquito negro con rayas blancas para disimular los cortes. “No quiero que sepa que estoy enferma” (como si una prenda pudiera disimular aquello). Al menos esta vez tenía cejas y pelo. Llegó, me encontró, me besó en la mejilla.
“Vamos a otro lado”- me dijo.
Caminamos hasta un paseo llamado Buenos Aires Design, lleno de negocios de arte y decoración y restaurantes. Nos sentamos en un bar en la puerta del Hard Rock Café. No podía creer tenerlo en frente mío después de tanto tiempo. Lo adoraba, lo idolatraba. Era mi Dios y estaba ahí cerca de mí. “Te veo mejor” me dijo. Le agradecí. “¿Seguis medicada?”- preguntó. Le contesté la verdad, que tomaba ansiolíticos y antidepresivos pero que quería dejarlos porque realmente me sentía bien.
“¿Seguis con Néstor?”.
Sí.-Y vos Ale, ¿estás de novio?
-Sí.
-¿Cómo se llama? ¿Quién es?-
Se llama Claudia.
-Ah… ¿y qué hace? ¿Hace mucho que están juntos?
-Hace dos meses… pero, ¿por qué no le preguntas a ella mejor?
-¿Cómo?
-Mirá, ahí viene.
Lo miré a Alejandro azoradamente y después corrí la mirada centímetros a la derecha y vi venir a una mujer rubia, que caminaba casi bailarinamente, acercándose cada vez más a nuestra mesa. Lo miré a Alejandro que sonreía mientras la desvestía con la mirada. Volví a mirarla a ella. Alejandro se levantó: “Claudia, ella es Cielo. ¿Viste? Acá está, tanto que querías conocerla. Ahora te podés quedar tranquila”.Sí. Fue todo una trampa. Alejandro me citó para que su novia no me cele. Ya me imagino esa conversación: “no podés estar celosa de ese desastre que es Cielo. Está toda cortada, pesa cuarenta kilos y está completamente loca”. Ella seguramente hizo caso omiso y habrá dicho: “hasta que no la conozca no voy a quedarme tranquila”. Eso supuse, eso parecía.Claudia me saludó con un beso. Yo me quedé mirando atónita. Él le dio un beso en la boca. Mis ojos se abrían a la vez que mi garganta se cerraba. Claudia compartió mesa con nosotros: “bueno gordo, al final se hizo tarde para ir al cine”- dijo. ¿Cómo pudo hacerme eso? ¿Estoy soñando? ¿Es esto verdad? Estoy sentada a la mesa con Alejandro, el hombre por el que me quité la vida y su nueva novia, mi reemplazo. ¡Y me está reemplazando en frente de mis narices! Pedí permiso y fui al baño del bar con mi cartera. Me temblaban las manos. Se me caían de los ojos lágrimas inevitables de odio, de pasión desenfrenada, de celos, de impotencia, de no poder creer que lo que me estaba pasando. Me enjugué las lágrimas, no quería darles el gusto de verme llorando. Busqué desesperada con mis manos temblorosas dentro de mi cartera. ¡Maldición! No estaba. Seguí buscando: “estoy segura de que tengo uno”. Lo encontré finalmente: un sacapuntas recién comprado, filoso como ninguna otra cosa. Temblando pero ya suspirando por el alivio que iba a sentir a continuación extraje con las uñas los pequeños tornillos del sacapuntas. Miré la hoja con placer casi orgásmico y me corté los brazos una veintena de veces, con dolor (no el del metal sino el del reemplazo) y placer.Las mujeres que estaban en el baño me miraban extrañadas, algunas horrorizadas corrían a la puerta. Terminé de cortarme y me sentía mucho más calma. Volví a ponerme el saco y salí, no sin antes ponerme rubor y rimel en la cara y ojos. Claudia y Alejandro charlaban entretenidamente en la mesa de cosas que yo no entendía; no me incluían en la conversación y me sentía de más en mi propia cita. Tomé mi taza de café y al hacerlo se corrió hacia mí la manga de mi saco que ya no era blanco y negro, sino bordó y negro. La sangre salía sin parar, a borbotones, aunque me había cubierto de papel higiénico. Una gota manchó la mesa. “¿Cielo qué te hiciste?”- preguntó Alejandro. La estúpida de Claudia miraba con ojos celestes y freezados. “Nada ¿de qué hablas?”- contesté y a continuación me saqué definitivamente el saco dejando al descubierto mis heridas y mi sangre que emergía como de la fuente de Salmacis. Claudia abrió los ojos grandes como platos y luego miró hacia abajo (quizás arrepentida del show que habían armado). “Veo que estás mucho mejor”- me dijo él irónicamente. “Sí, muchas gracias por preocuparte”- contesté frívolamente. Después de unos minutos se levantó para ir al baño y quedamos ella y yo juntas en la mesa. Ella me hablaba, como si no tuviera los brazos cortados o la pintura corrida o diez kilos de menos… me hablaba como si fuéramos amigas o compañeras de algo… me hablaba como si no estuviera ocupando mi lugar, haciéndole el amor al amor de mi vida, corrompiendo mi alma y mi salud mental. Hablamos de cine, me dijo que querían ir a ver una película porque a él le gustaba, pero que a ella no tanto. ¡¿Qué podés saber de Alejandro vos que lo conoces hace un mes?! ¿Qué podés saber pedazo de estúpida? Nadie sabe más de él que yo… pero sos mi reemplazo… y sos rubia, tenés ojos celestes, sos médica, tenés treinta años. Yo no soy nadie y estoy sangrando demasiado. Alejandro volvió, se dieron otro beso en la boca. Yo no podía hacer nada más que quedarme callada y mirando al vacío. Unas palabras terminaron de destruir lo poco de digno que quedaba en mí: “gordo, vamos yendo porque llegamos tarde al cine”. Ahora sí, por favor, ¡mozo! Cianuro on the rocks. Muchísimas gracias y buena vida. “
Llamá a tu papá y decile que estás yendo para tu casa”- me pidió él.
Que quede claro: no me pidió eso porque se preocupaba por mí, sino porque sabía que iba a intentar morir definitivamente después de semejante escena tragicómica donde él era el actor principal, su pareja la estrella invitada y yo una simple iluminadora del demonio.-No pienso llamar a nadie.-Vamos, hacelo… me quedo preocupado sino.“Dale Cielo, llamá”. ¡La estúpida, la usurpadora, la reemplazante me dijo “dale Cielo llamá”! ¡¿QUÉ ES ESTO?! ¿QUIÉN SOS PARA PREOCUPARTE O INTENTAR HACERTE CARGO? ¡SIQUIERA PARA DIRIGIRME LA PALABRA! Reemplazante de cuarta… ¿Cómo podés siquiera dirigirme la palabra? ¡sucia! Que Claudia me lo pidiese fue demasiado. Dije que iba a quedarme tomando algo y que no iba a irme hasta que ellos se fueran. “Bueno, nosotros nos vamos”- dijo Alejandro y el eco repitió: “nosotros”, “nosotros”, “nosotros”, “nosotros nos”, “nos”, “nos”. Claudia me besó en el cachete y me dijo: “un gusto”. ¡Un gusto! ¡¡¡Un gusto!!! Alejandro hizo lo mismo, pero sin gustos. Simplemente me dijo: “dale, llamá, por favor”. Le contesté que no pensaba llamar y que por favor se fuera porque se le hacía tarde para el cine.Él nunca entendió lo que era para mí volverlo a ver después de una interminable espera que incluyó intento de suicidio e internación. Nunca lo entendió y esa noche menos que nunca. ¿Cómo pudo hacerme eso? ¿Cómo pudo llevarla? Habían caminado ya una cuadra y yo seguía sentada a la mesa, esperando que me cayera un helicóptero encima o me decapitara por casualidad un verdugo cuando de repente alguien me tocó el hombro. No me di vuelta, no me importaba si me violaban. Pero no, era él. Miré para atrás, Claudia esperaba lejos.
-Por favor, si no lo hacés por vos hacelo por mí (¡la historia de mi vida!). Llamá a tus padres.
-No- le dije, mientras ingería un antidepresivo.
-¿Qué tomaste?
-Un Alplax. Lo necesito después de esto.
-Te dije que estaba de novio.
-Sí, pero no que ibas a traerla a sentarse con nosotros.
-No me hagas llamar a tus padres, por favor.
Entonces tomé mi celular y llamé a Papá: “papi, estoy volviendo”.
“Ahora me quedo más tranquilo”- me dijo. Me abrazó, me dijo que me quería mucho y se fue de la mano con mi reemplazo. Me quedé más de quince minutos llorando en aquella mesa. Llorando y sangrando. A continuación me levanté, fui al baño, me sequé la sangre y las lágrimas y caminé hacia donde creía que estaba mi auto. Estaba completamente perdida. Había perdido la ubicación, mi orientación, no sabía dónde estaba, ni qué día era ni dónde había dejado el auto. Media hora después llamó Papá: “Cielo ¿ya estás llegando?”. Le dije, llorando, que no encontraba el auto. Me contestó que no me desesperara, no sé qué otra cosa me podría haber respondido. Me senté en la vereda y fumé un cigarrillo. “Claudia y Alejandro deben estar en el cine ahora y yo ni siquiera sé dónde está mi auto”. Caminé sin rumbo por lo menos veinte cuadras, a veces en círculo y a veces sin sentido hasta que lo encontré. Me subí, lloré inmensamente hasta calmarme y manejé intentando no quedarme dormida después de haber ingerido la pastillita de la felicidad.
Hoy aprendo a descubrirme, a saber quién soy. Siempre seré absurda, siempre contradictoria: la hija divertida pero problemática de mis viejos, la hermana canchera, la novia obsesiva, la paqueta superficial, la amiga incondicional, la amante traidora, la virgen santísima, la puta reventada, la concertista de piano, la aprendiz de guitarra, la flaca anoréxica, la gorda obesa. Juego con mis papeles: me analizo con un psicólogo que siento más como un amigo, veo películas incansablemente, me siento sola en el cine. Juego a sentirme alegre con mis primos, a tener dolor de panza de tanto reírme, a sentirme diva, gorda, triste, miserable, usada, enérgica. A sentirme útil escribiendo, a sentirme inútil cuando me releo, a reírme cuando me decís que te gusta que llore, a maldecirme porque sé que estás enfermo, a odiarme porque me encanta que lo estés. A amarte cuando no te soporto, a odiarte cuando te pareces a mí, a amarme cuando me parezco a vos, a que me cueste respirar cuando te escucho. Me voy. A eso: a sentir. ¿Quién soy? soy yo. ¿Cómo soy? Verás ¡soy tantas cosas!
Soy útil, fiel, inútil, inteligente, puta, alegre, obsesiva, virgen, hermana, hija, prima, novia, amante, amiga, compañera, confidente, traidora y leal entre otras cosas. Ese es mi modo operativo, así soy: absurda. Me entiendo en mi desorden, en mi incoherencia. Soy todo, depende del día.
FINAL UNO:
Finalmente puedo desprenderme de aquel amor obsesivo, puedo ser yo, con mis metas, con mis principios y con mis ganas de ser. Nunca había tenido ganas de ser, todo siempre lo circundó. Hoy soy libre y me enamora otro hombre. No puedo negar las similitudes que a veces me confunden. Muchas otras el miedo me atraviesa como una hoja de sacapuntas, pero él no está maldito ni es insensible: no hace más que apoyarme.Aún recuerdo con nostalgia a Alejandro y me pregunto qué será de su vida. Me lo pregunto retóricamente, en realidad no quiero saberlo.
FINAL DOS:
Soy útil, fiel, inútil, inteligente, puta, alegre, obsesiva, virgen, hermana, hija, prima, novia, amante, amiga, compañera, confidente, traidora y leal entre otras cosas. Ese es mi modo operativo, así soy: absurda. Me entiendo en mi desorden, en mi incoherencia. Soy todo, depende del día. Soy absurda. Soy lo que el mundo quiere que sea. Entiendo mis necesidades y que Alejandro me circunda. Entiendo que mi necesidad es él. Que sin dolor no existo, que me consume la melancolía. Que lo único peor que sentir dolor es no sentir absolutamente nada. No soy más que un ser que vive por casualidad. Quiero existir, quiero sentir. Escucho una bocina, es él. Hace horas que lo espero.
FINAL TRES:
Soy útil, fiel, inútil, inteligente, puta, alegre, obsesiva, virgen, hermana, hija, prima, novia, amante, amiga, compañera, confidente, traidora y leal entre otras cosas. Ese es mi modo operativo, así soy: absurda. Me entiendo en mi desorden, en mi incoherencia. Soy todo, depende del día.Soy absurda. Soy lo que el mundo quiere que sea. Entiendo mis necesidades y que Alejandro me circunda. Entiendo que mi necesidad es él. Que sin dolor no existo, que me consume la melancolía. Absurda porque viví límites desesperados: me tocó un amor obsesivo, perjudicial. Me tocó tocar la muerte tan de cerca hasta perderle el respeto. No me asustó morir: me aterrorizó seguir despierta. Me pregunté cuántos años más iba a vivir, no por miedo a desparecer sino hasta con necesidad de ello.¿Qué es normal? Amarte tanto y sin explicaciones, sin silencios. Con esta tristeza profunda e interminable. Eterna, siempreviva. Una melancolía inmortal hasta en los momentos de júbilo. Tristeza que no me abandona, que me ahorca, que me ahoga y aún así no me mata. Quererte tanto hasta volverme loca, perder identidad para cumplir tus deseos, llenarme de tus peticiones…
…y deseando profundamente que el sentimiento desaparezca. Mirándome inexistente cuando por fin la melancolía se va. Rogando que vuelva la tristeza: quiero por lo menos sentir algo. Y algo incluye dolor. Peor que sentirse mal es no sentirse. Y ya no siento
domingo, 22 de marzo de 2009
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