Si a media noche por la carretera que te conté,
detrás de una gasolinera donde llené,
te hacen un guiño unas bombillas azules, rojas y amarillas,
pórtate bien y frena.
Y, si la Magdalena pide un trago,
tú la invitas a cien
que yo los pago.
Acércate a su puerta y llama
si te mueres de sed,
si ya no juegas a las damas ni con tu mujer.
Sólo te pido que me escribas, contándome si sigue viva la virgen del pecado,
la novia de la flor de la saliva, el sexo con amor de los casados.
Dueña de un corazón tan cinco estrellas
que, hasta el hijo de un Dios
una vez que la vio, se fue con ella.
Y nunca le cobró
la Magdalena.
Si estás más solo que la luna, déjate convencer,
brindando a mi salud, con una que yo me sé.
Y, cuando suban las bebidas, el doble de lo que te pida
dale por sus favores,
que, en casa de María de Magdala,
las malas compañías son las mejores.
Si llevas grasa en la guantera
un alma que perder,
aparca, junto a sus caderas de leche y miel.
Entre dos curvas redentoras
la más prohibida de las frutas
te espera hasta la aurora,
la más señora de todas las putas,
la más puta de todas las señoras.
Con ese corazón, tan cinco estrellas
que, hasta el hijo de un Dios,
una vez que la vio, se fue con ella
Y nunca le cobró, la Magdalena
sábado, 21 de marzo de 2009
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