miércoles, 22 de abril de 2009

Desconozco por qué cuernos me sale tan bien semejante aventura, pero siempre termino yendo sola a todos lados. Hablo de esas reuniones familiares, guardias de hospitales, eventos sociales o marchas piqueteras que invitan, ubicadamente, a invitar a alguien. Esas aglomeraciones a donde la gente -hace rato que no pertenezco a "la gente"- llega acompañada y se va acompañada. Como una ley universal que rige la medida de mi planeta subnormalito. Planeo la salida para que alguien venga y cuando estoy por concretarla, se pincha. Algo le pasa a mi compañía. Se enferma. Tiene que cuidar a los chicos. Se le muere la tortuga o le agarra pediculosis a último momento. No hablo de tener un novio para descoser la noche y quedar fundida con tanto sexo salvaje. Sólo hablo de tener, por lo menos, un chaperoncito o chaperoncita que me sostenga el bolso cuando me pongo el saco. El jueves a la noche me invitaron al estreno de "Rancho aparte", una película argentina muy recomendable por cierto. Vayan a verla si pueden. El tema es que tenía que ir a uno de esos eventos de la farándula que tanto me gustan. Que tanto me divierten. Uno de esos estrenos mediáticos en donde te encontrás con amigos del medio, hablás de otros amigos del medio, chusmeás la ropa de la gente del medio, para después contárselo a otros compañeros del medio y chupás todo el champán que dejó la gente garronera del medio en las botellas de canje. Fui sola. Todos mis compañeros de trabajo tienen esposas, parejas, concubinas, amantes o fatos con los que salen a eventear. Yo no tengo. Conmigo no van ni a la esquina. Así que cada vez que existe una noche de farra gratuita, tengo que rezar para que, justo, justito, me encuentre de casualidad con alguien que conozca a alguien que yo conozca y quiera pararse al lado mío para hacernos bulto mutuamente. Como sabía que tenía evento, llamé a varios amigos y amigas, horas antes. Claudio me dijo que tenía que mirar la tele y hacer zápping entre el partido de Boca y los cacerolazos del campo. Silvina me dijo que tenía que cocinarle al marido que se va a Londres dentro de dos días y que quería pasar los últimos momentos con su Chuchu. Su Chuchu me dijo lo mismo, pero al revés. María me dijo que tenía que hacer una nota en el mismo momento. Carmen me dijo que planeaba quedarse en su casa, con su novio, festejando un aniversario. Ronnie y Pablito me dijeron que ya habían organizado para irse a una cena en la casa de un familiar medio lejano que se mudó a Moreno. Horacio me dijo que quería ver el partido de Talleres, ese en el que Talleres perdió tres a cero. Sólo mi amiga Laurita me atendió a las seis de la tarde y me dijo: "Dale, Lore, vamos". Una hora antes de que arranque la joda, Laurita me gritó: "Disculpame, estoy indispuesta, me duelen tanto los ovarios". Así que fui sola. Otra vez. Como siempre. No hay caso: se ve que mi soledad llama a otra soledad para sentirse más sola y la muy turra es la única que siempre le atiende el teléfono

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