jueves, 23 de abril de 2009

Tengo que esperar que se me vaya la indignación para poder escribir, pero si no le cuento a alguien mi cita de hoy, creo que no voy a poder pegar un ojo en toda la noche. Es más, me animo a decir que fue la peor cita de mi vida. La más patética, la más ridícula, la más triste de todas. Fue tan grave, que si le enviara a mi candidato una carta documento exigiendo el reintegro del valor del par de zapatos que estrené y del baño de crema Kerastase que me hice en el pelo, probablemente la justicia fallaría a mi favor.
Marco me pasó a buscar por casa a eso de las nueve de la noche. No era feo, aunque estaba demasiado arreglado. Su look era muy televisivo: su ropa tenía demasiadas costuras raras, estaba despeinado/peinado-a-propósito y su bronceado le daba un look marianomartinence que no me convencía para nada. Debí haber previsto que todo ese atuendo artificioso sólo podía ser el comienzo de una pesadilla, pero la verdad es que tenía tantas ganas de que salga bien, que ignoré las señales más obvias.
Lo primero que me llamó la atención fue que quiso ir a comer a la costanera, cosa que me pareció muy noventas. Se notaba que me quería impresionar pero se esforzaba de manera ostentosa y rara. No quise tener prejuicios y me dejé llevar, pero esa fue la primera señal que no debí haber ignorado nunca.
El restaurante que eligió era raro. No tenía tapetes de cebra ni servilletas de leopardo, pero era todo de vidrio espejado como las oficinas del microcentro, y por ciertos detalles de la decoración, parecía que en cualquier momento iba a salir Olmedo del brazo de Ethel Rojo de alguno de los baños. Se ve que él era habitué, porque apenas entramos miró para todos lados, mesa por mesa, como escaneando a todos los comensales y luego se quiso sentar en una mesa pegada a la puerta.
Arrancamos hablando de las vacaciones, le conté que no me había ido y el me dijo que desde que empezó a trabajar en televisión tiene el hábito de ir una semana a Mar del Plata y otra a Villa Carlos Paz. Le conté que para mí siempre había sido un misterio Villa Carlos Paz, porque no entendía como tanta gente iba a un lugar en donde no tenía playa, ni mar, ni era una gran ciudad. Pero me explicó que para los grandes amantes del teatro era imprescindible ver toda la temporada de verano en Córdoba y en la Feliz. (Yo no entendí a qué se refería con “amantes del teatro”, porque hasta donde yo sabía, en Villa Carlos Paz sólo había revistas escandalosas con ex integrantes de Gran Hermano y cuentachistes patéticos, pero como no quería pecar de burra o de prejuiciosa, me callé).
Después hablamos de series, aunque a decir verdad en gustos diferíamos mucho. A el le gustaba “La niñera”,”Friends” y “Casados con hijos” y a mí “Dexter” o “Big love”. Pero tampoco me pareció importante.
Me contó como empezó a trabajar en televisión, cuánto le gustaba lo que hacía, me chusmeó quién tenía mal carácter, quién era amante de quién y me contó sobre varios actores gays que se compran el diario Olé solo para disimular.
Hasta ese momento la cita era regular, pero nada del otro mundo. El no me encantaba, pero sus comentarios sobre ciertas actrices y vedettes me hacían reir mucho. Salvo por dos cosas que dijo (”Digan lo que digan, susana giménez es una diva” o que tal vedette no era ninguna tonta y era muy “laburadora”) se podría decir que a pesar de que no era mi tipo, hasta ese momento la estábamos pasando bien.
Pero el bienestar duró poco. Promediando la segunda mitad de la cena, llegó otro comensal al restaurante y empezó el principio de una pesadilla en clave de comedia, que a mí, por lo menos, no me hizo ninguna gracia.

MARCO

Me-mue-ro.

LG

¿Qué?

MARCO

No mires

LG

¿Qué?

Y se puso a espiar a través de un cantero lleno de plantas, al lado de nuestra mesas, como si yo no estuviera ahí sentada, desconcertada, tratando de encontrar la explicación de su repentina felicidad de adolescente. Le volví a preguntar pero me hizo señas de que espere un segundo, mientras miraba fijamente hacia la puerta del restaurante. Me di vuelta, pero no vi nada, salvo un grupo de gente hablando con la recepcionista, que les señalaba una mesa de seis en la otra punta.

MARCO

Tananánánánnaná! Ta-na-na-na-ná-náaaaaaaaaaaaan!

Yo estaba perpeleja. Lo juro. No tenía idea de qué estaba pasando al lado mío, y me empecé a poner de malhumor, así que no tuvo más remedio que explicarme sin canciones ni acertijos qué era lo que lo tenía tan emocionado. Al parecer, el escándalo era porque en otra mesa estaba Arturo Puig con una señorita no identificada. Todo esto era porque una persona famosa estaba sentada cerca nuestro.

LG (De mal humor)
¿Y?

MARCO
Y nada, yo el autógrafo ya lo tengo, igual, porque lo esperé a la salida de Grande Pá, pero hace mil, eh. Pero es Arturo Puig, es un groso.

LG

Un groso…

MARCO
Mirala a ella. Mirala, mirala. ¡No! ¡No te des vuelta! No quiero que vean que los miramos. No quiero.

LG
¡Es que no quiero mirarlos!

MARCO
No da irle a pedir un autógrafo… O si… ¿Le pedimos?

LG
¡No!

MARCO
Jajajaj. No seas amarga. ¿Cómo sabés si vas a poder tener la oportunidad de nuevo?

LG
No me interesa tener el autógrafo de nadie.

MARCO (Aconsejándome)
Mejor, es mejor que no se note que te interesa. Siempre.

LG
¿Podemos olvidarnos de que está Arturo Puig en la otra mesa y volver a lo anterior?

MARCO (Sin despegar la vista de la mesa del actor)
Sí, sí, perdoname. Es que me salió el cholulo que tengo adentro. Jajajajaja. Perdoname.
Es que vi todo Grande Pá cuando era chico. Me hace acordar a toda una epoca….

LG
Ajá, bueno, pero ya pasó.

MARCO
Sí, sí. ¿Vos viste Grande Pa?

LG
No sé, creo que sí.

MARCO
María Leal es lesbiana.

LG
Ok.

MARCO
Y la chiquita, la bizca, parece que era opa en serio.

Traté de sacar otro tema, aunque sea para terminar la cena en paz, pero no hubo caso. A esa altura yo ya sabía que no iba a volver a verlo, pero no tenía el coraje de levantarme, tirarle la servilleta en la cabeza e irme a buscar un taxi a la calle. Debería haberlo hecho, porque ni siquiera íbamos a poder cerrar la noche con dignidad.

MARCO
¿Che, te jode si le pido un autógrafo?

LG
¿Qué?

MARCO
Es un minuto, pero no sé, me parece que ahora me da cosa y después me voy a arrepentir.

LG
¿Arrepentir de qué?

MARCO
Arrepentirme de haber dejado pasar el momento, no sé. De no haberselo pedido por boludo, por timidez, viste esas cosas que uno hace…

LG (Incrédula)

Andá si querés, que se yo.

MARCO (Levantandose de la mesa)

Buenísimo, ahí vengo.

Y me quedé en la mesa mirándolo humillarse ante Arturo Puig. Por su risa supongo que hizo algún chiste boludo, que largó un par de cumplidos, y que a lo último, haciéndose el que era el único papel que tenía, le dio su tarjeta personal a Arturo para que se la firme.
Ya de nuevo en la mesa, Marco me mostró su trofeo orgulloso.

MARCO (Extendiéndome su tarjeta)
Un capo Arturo. Buena onda.

LG (Mirando la tarjeta)
Dice Marcos.

MARCO
¿¿¡Qué??!

LG
Jajajajajajajajajajaja. Dice Marcos. Con s de salame.

MARCO (Enojadísimo)
Que tipo forro. Le dije Marco. Se lo dije bien. Marco, no Marcos. Qué pelotudo. Seguro lo hizo a propósito el amargo. Qué estúpido.

LG
Jajajajajajajaja. Perdoname, pero es demasiado gracioso.

MARCO (Todavía enojado)
Todo bien, total tengo otro de antes.

LG
Jajajajajajajajajajaja

MARCO
Será Arturo Puig, pero por algo no está en la tele. Yo no sé, pero si no estás en la tele, aaaaaaaaalgo debe ser.

LG
Quizás le agregaba “s” a los verbos. Decía “vistes”

MARCO
Qué tipo boludo. Le dije Marco. Además lo vio en la tarjeta. Lo hizo a propósito.

LG
Debe ser eso. Te quiso cagar.

MARCO
No sé si cagar, pero está resentido porque no está en la tele.

LG (Burlona)
Y sí, porque si no está en la tele, por algo debe ser.

MARCO
¡Mas bien!

LG (Poniéndome seria) Marco, perdoname, pero creo que los dos sabemos que se puso un poco raro. Preferiría que cerremos la noche acá y listo. ¿Te molesta si nos vamos y me dejás en casa?

MARCO (Aliviado)
Si, la verdad es que no la estoy pasando bien.

LG (Conmovida por su sinceridad)
Yo tampoco. Perdoname.

MARCO No, vos no tenés la culpa. Es este tipo que nos cagó la cena

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