sábado, 25 de abril de 2009

Hace un rato bajé al bar a almorzar con José por última vez. Ya nunca más nos vamos encontrar para untar pancitos o a pelearnos por un salero en la misma mesa. Se terminó. Fue la última vez. Al menos con él.
Todo empezó cuando pedimos la comida. Yo insistí con una milanesa al horno y una ensalada sin aceite y él se pidió dos platos principales juntos. Previsiblemente, otra vez la milanesa vino chorreando aceite y tuve que llamar al mozo para pedirle que me la cambie. El mozo aseguraba que la milanesa era al horno, yo le decía que daba lo mismo porque parecía frita, y José le decía que éramos clientes de casi todos los días, que me haga otra milanesa y listo.Así que se la llevó.
Pero al rato volvió con una milanesa igual de grasienta que la anterior. Casi peor. Así que me di cuenta que no tenía sentido insistir y me la empecé a comer. Al verme, José me sacó el plato indignado. Me dijo que cómo me iba a comer una milanesa que no quería y le dije que tenía hambre, que me daba lo mismo, que no quería volver a esperar porque igual no iba a entender que la quería sin nada de aceite.

JOSE
Siempre hacés lo mismo vos, dejás que los demás hagan lo que quieran y para no pelear, te terminás comiendo una milanesa asquerosa.

Yo seguí comiendo en silencio con la secreta esperanza de evitar una pelea. Mientras tanto, me divertía mirando cómo la cara de José cada vez se ponía más colorada. El seguía hablando, pero yo no lo escuchaba. Me imaginaba que en vez de cabeza tenía un tomate enorme y me reía. Pensaba que iba a estallar y a llenar de pulpa todas las paredes.
Recién volví en mí cuando me sacó los cubiertos y volvió a llamar al mozo.

LG

En serio. No te preocupes, no es para tanto, me gusta así.

JOSE

No te gusta así ¿Estás loca? ¡Decile algo!

LG

¡Es mi milanesa, me la como así!

Cuando el mozo llegó, José empezó a discutir diciéndole que no íbamos a pagar ni a comer esa milanesa y que se la llevaran ya mismo. El mozo dijo que era tal cual yo la había pedido y que si no le ponían aceite se pegaba. José le explicó que eso no era una milanesa con aceite sino un aceite a la milanesa y la conversación subió tanto de tono, José se puso tan nervioso, y el mozo tan cabezadura que pasó lo que yo no quería que pase.

JOSE
Bueno, esa milanesa no es la que yo pedí ¿No te la llevas? Ok, yo tampoco la quiero en mi mesa.

Y tiró el plato al piso.
Y esa fue nuestra última comida en el bar. No podemos volver. Ni siquiera en grupo. Supongo que pediremos delivery, buscaremos otro bar, o llevaré algo desde casa. Porque antes de mirar a ese mozo a la cara, prefiero no comer.

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